Me encanta, me fascina, creo que ya voy por el cuarto visionado y sigue causándome cuando menos el mismo impacto, no creo en la imparcialidad y no me cuesta nada admitir que no lo soy, me pueden los sentimientos, las emociones. Con esta película soy muy parcial, al declararme fan incondicional perderé credibilidad, pero es lo que me pide el cuerpo, alabarla hasta límites que sin duda para algunos pueden ser difíciles de comprender.
He leído que es como una catarata, como un tsunami, una obra de arte, un espectáculo, y quizás lo más bonito que he leído firmado por un crítico americano, es esta frase “Por momentos te roba el aliento y por momentos te roba el corazón”. Estoy plenamente de acuerdo con todo ello y añado. Visualmente perfecta, los escenarios increíbles, las luchas sin parangón, lo que sucede en el bosque de bambú sin duda será de una enorme fantasía, pero también de una belleza y una excelencia sin igual.
Y por si todo ello fuera poco, nos regala una historia de amor que nada envidia a Romeo y Julieta, contada con una sensibilidad y unas interpretaciones que te ponen la carne de gallina, nada de cursiladas, no sobran frases ni imágenes, tampoco faltan, todo está en su justa medida. Para redondear la faena nos entrega un final a la altura del resto, donde otras muchas películas fallan esta también acierta, un final visualmente precioso, pleno de pasión, en el que florecen los sentimientos por encima del deber. Es magnífico que en el ser humano aunque solo sea de vez en cuando prime lo que nos dice el corazón sobre lo que otros nos inculcan como nuestro deber.
La fotografía es esplendida, la dirección también, el trio protagonista soberbio, pero con todo ello ser mucho, no puedo resistirme a hacer una mención especial para Zhang Ziyi, a su aplastante belleza oriental que luce radiante hasta en las momentos más dramáticos, y como un faro inunda todo con su luz. Me pasa como a Rodríguez Marchante, ahora mismo lo que más me apetece es volverla a ver.