Esta claro que Bogart era un actor extraordinario, a mi desde luego me encanta y es uno de mis preferidos, pero lo es incluso para aquellos a los que no les acabe de convencer, echas un vistazo a su filmografía y está repleta de títulos impresionantes, esto es muy difícil de conseguir, hoy día impensable, pero incluso entonces en los dorados años de Hollywood, cuando había mucho y bueno él era único. Su interpretación de Roy Earle es exquisita y le catapulto al estrellato, del cual ya nunca se apeo.
Raoul Walsh era otro de los enormes talentos de aquella época, su calidad como director quedó patente en varios títulos que aún hoy siguen siendo de culto. Éste está sin duda entre los mejores, es una excelente muestra de cómo se puede caminar hacia el abismo irremediablemente. Pero en el haber de Walsh hay otros magnificas ejemplos, afortunadamente bastantes de cómo se debe hacer el oficio de director de cine.
El buen cine está lleno de perdedores, seres marcados por el destino o por su forma de proceder, personajes de comportamiento ambiguo con un aparente código ético de altura, pero que violan la ley con demasiada facilidad, hacen que les tengamos simpatía, que casi sean nuestros héroes aunque transiten por la senda equivocada.
En esta película esa dualidad se nos muestra claramente, de una forma contundente, poética por momentos, desgarrada en otros, descorazonadora siempre, cuando sabes a donde te lleva el camino, cuando quieres eludirlo, y cuando compruebas que es imposible. Que bien nos lo cuenta Walsh y que bien nos los transmiten sus protagonistas.