Detrás de esa pinta de película de terror, se encuentra un poderoso thriller psicológico que habla de las consecuencias tan fatales que conlleva vivir una guerra, junto con otras desgracias que le acontecen al protagonista. No cabe duda de que Adrian Lyne compuso una obra de mastodóntica complejidad, que trata de abarcar mucho con muy poca cosa. Y lo cierto es que lo consigue muy por encima de la media.

“La Escalera de Jacob” es una película, dicho de forma honesta, bastante particular, por lo tanto, no deja de ser algo complicado el juzgarla. Su historia y planteamiento son simples, pues narra tan sólo las desventuras de un carterista que tiempos atrás estuvo en Vietnam y que a la vuelta a su hogar perdió a uno de sus hijos.

La historia transcurre contándonos cómo ese hombre, interpretado por un genial y convincente Tim Robbins, trata de seguir adelante, pero sus experiencias vividas en la crueldad de la guerra y las desgracias que le acontecieron después le han marcado, es un hombre traumatizado que trata de seguir adelante con su vida, pero su pasado siempre va a por él.

Aquel que busque un simple film de terror se llevará una impresión muy inesperada, pues la cinta nos narra el angustioso, tortuoso y crudo viaje del personaje de Robbins. Es también una película que, aunque sea intensa de principio a fin, puede que su trama pierda un poco de fuelle ya que recuerda al film de “El Mensajero del Miedo”, no obstante, tampoco se puede negar que este film también marcó escuela y han surgido numerosos films del género del terror que beben directamente de sus ideas.

Es una película difícil de clasificar, pues es una simbiosis entre el drama, el thriller y el terror. Quizá el mayor de sus errores es que no profundiza en ninguno de sus géneros, sino que los toca a pequeñas pinceladas, pero mantiene una buena estructura de montaje y de tensión, con escenas más dinámicas y otras más lentas que la convierten en un film particular, curioso y recomendable.