Imaginad que un buen día vais conduciendo por una carretera. De repente, os veis obligados a reducir de marcha porque tenéis delante un enorme camión cargado con material inflamable. Llegáis tarde a una importante cita de trabajo y, en cuanto se os presenta la ocasión, adelantáis a ese "estorbo". Hasta aquí todo normal, ¿no? Pues bien, pensad ahora en que el camionero no lo ve tan lógico y se "pica" con vosotros. Quiere "jugar", asustaros, hasta que decide, a toda costa, que su objetivo es mataros, no importa cómo. ¿Qué haríais? Algún listillo responderá de inmediato que llamaría desde su móvil a la Guardia Civil o a la Policía para denunciar al lunático. Claro, qué tontería.
Vale, trasladaos al año 1971, fecha en la que transcurre "El diablo sobre ruedas", el debut de Spielberg en el cine. No existen los móviles, ya que los únicos teléfonos disponibles se encuentran en las gasolineras y cafeterías de carretera, distantes entre sí decenas de km; tampoco ésta destaca precisamente por ser muy transitada, sino que atraviesa todo un paisaje árido, casi desértico; para colmo, vuestro coche es un utilitario común de la época, mientras que el camión tiene una gran potencia para alcanzaros; y lo peor de todo, nadie os cree cuanto tratáis de explicar que un tipo al que no conocéis quiere asesinaros y que ignoráis por qué lo hace. ¿A que la situación cambia radicalmente con respecto a lo que opinábais al principio?
Con esta premisa Spielberg logra brillantemente que nos identifiquemos con David Mann, el pobre hombre víctima de este psicópata, cuya angustia se acrecienta a causa de su prisa, el sofocante calor e incluso sus propios problemas, lo cual le lleva a la paranoia. ¿Cómo lo consigue? Bastan unas primeras tomas con la perspectiva que el protagonista tiene al volante, hasta salir de la ciudad, para que nos transportemos a ese coche. Además, el sonido ambiente de los motores y los bocinazos del camión todavía incrementa más la tensión, con una banda sonora inexistente, sirviéndose de los acordes necesarios para sostener el desasosiego y la desesperación de Mann.
Aunque el título de mi crítica pueda parecer más adecuado para una película de terror, lo cierto es que "El diablo sobre ruedas" puede llegar a sobresaltar más que encontrarte con zombis, vampiros y otros seres que sólo existen en la fantasía. Porque "El diablo sobre ruedas" plantea un contexto posible, un peligro real que cualquiera de nosotros podría haber sufrido si hubiéramos sido ese conductor.