Sólo un director como Tim Burton podía sacarle tanto partido a un cuento para niños. Y sólo Johnny Depp podía dar tanta personalidad al estrambótico Willy Wonka. Sin haber leído el libro infantil de Dahl, "Charlie y la fábrica de chocolate" es una deliciosa película, didáctica para los más pequeños y que colma con creces las aspiraciones de los adultos aficionados al cine de Burton.
La historia engancha especialmente en su primera media hora en todos los aspectos: La moraleja de que las ilusiones son más importantes que el dinero, pues nunca se debe perder la esperanza por difíciles que parezcan las cosas, la presentación de la familia de Charlie, así como la de los niños que lo acompañan en la visita a la fábrica de chocolate (a cual más odioso o repelente): El glotón, la malcriada y caprichosa, la avariciosa y el sabelotodo, junto con sus respectivos progenitores, a excepción del abuelo Joe, quien se ve reflejado en su nieto como un crío con zapatos nuevos.
Y pese a que luego, durante el viaje por las instalaciones del millonario Wonka, la película pueda decaer un poco en ritmo, Burton siempre consigue atraer la atención del espectador de algún modo, aunque sólo sea con los maravillosos efectos visuales, el genuino marketing de los productos fabricados por el personaje de Johnny Depp, o la animada banda sonora de su magnífico colaborador Danny Elfman.