Clint Eastwood es de esos pocos americanos en activo que han sabido adaptar sus personajes al envejecimiento, pero sin perder su carisma, como ha demostrado en otras películas suyas en las que figura también como actor protagonista. Unas serán mejores que otras, pero sin duda su Walt Kowaltski de "Gran Torino" es el más perfilado de todos ellos, partiendo de una evolución del boxeador retirado de "Million Dollar Baby". Sólo que aquí su discípula no es Hillary Swank, sino un muchacho asiático que le hace replantearse también su vida cuando se ve solo y amargado ante el panorama que le espera tras la muerte de su esposa.
Kowaltski simplemente es uno de esos muchos jubilados que no logran comprender que el mundo actual sea multicultural, que creen que los inmigrantes y el paso del tiempo son una amenaza a los valores en los que creció (pese a su paradójico origen polaco en E.E.U.U) y al que no le gusta lo que ve, algo en lo que podemos identificar a gente cercana que nos rodea, ya que este fenómeno intolerante no es tan extraño de ver en nuestra sociedad.
Sin embargo, sólo genios como Clint Eastwood son capaces de convertir a un tipo tan aparentemente arisco y antipático en alguien que te cae bien cuando suelta una frase xenófoba o lanza un escupitajo. Su lenguaje propio y actitudes acerca de los inmigrantes resultan graciosos en muchos momentos de la película (ver spoiler), ocultando hábilmente el drama que encierra el mensaje de la misma: Un hombre acabado que quiere redimirse de los errores que cometió por, presuntamente, defender las órdenes de su país y en el que su bien más preciado, su coche "Gran Torino" no es sino un símbolo de la débil frontera que separa el bien del mal.
Mi nota: 9,8