Es cierto que Howard Hawks ofrece en muchos momentos de "Río Bravo" una lección de cine: Los primeros minutos de la película definiendo perfectamente a cada personaje sin palabras, la patrulla de noche que efectúan John Wayne y Dean Martin, las tomas en la cárcel con la presencia de Walter Brennan, las panorámicas de la prácticamente única calle del pueblo con escasos edificios...
Pero esa obra maestra no es tal si aparecen elementos que estropean lo anterior, y en "Río Bravo" también los hay: El personaje de una jovencísima Angie Dickinson - y hablo del personaje, no de la actriz - que aporta poco a la historia, salvo un romanticismo demasiado insistente para el que debería estar presente en ese argumento; algunas cancioncillas del por entonces célebre Ricky Nelson y Dean Martin (aunque hay que reconocer que el último está inconmensurable como en el papel de ese ayudante alcohólico que trata de superar su adicción pese al "mono").