Hace mucho leí que un tipo joven, un japonés creo, en la vida real, había asesinado y devorado a su novia. Ya apenas asombra de lo que es capaz alguna gente, pero yo no sé si un tema tan raro merece el esfuerzo de escribir una ficción para cine y buscar la coproducción de tres países y el montón de entidades aportadoras de pasta necesarias para poner en marcha una película, para, más o menos, retratar superficialmente la psicología tan profundamente anormal de un competente sastre de un pueblecito de Granada, en su mejor edad, bien parecido, etc., y que en lugar de buscar con las mujeres sexo, amor o cualquier cosa de las que se pueden considerar normales, al buen hombre le da por algo tan macabro.

De paso se ofrece un esbozo de lo aburrida que puede ser para alguna gente (depende de la imaginación de cada uno) la vida en uno de estos pueblos. En el caso de este protagonista, parece que la poca imaginación que tiene la emplea en asesinar, y sus otras emociones más vivas consisten en jugar al bingo con una anciana y en sentarse a veces en una especie de sauna mixta. Para transmitir esta falta de imaginación y aburrimiento vital, la película se propone aburrir también al espectador con una duración muy excesiva, reiteraciones y tiempos muertos interminables.

Desde el punto de vista lógico, se pone como fácil lo que este tipo hace, pero corre un gran riesgo en cada acción criminal donde apenas tiene una probabilidad entre muchas de que le salga todo según el plan, y luego no es fácil deshacerse de restos humanos, eso sin contar lo monstruoso y repugnante del asunto. El resultado final, pese al esfuerzo de los actores, es tirando a plúmbea castaña.