Quizás sea la fotografía o quizás toda la parte técnica la que puede ser salvada de este desastre fatalmente ideado, orquestado y perpetrado por gente que, salvo honrosas excepciones se han equivocado de profesión, de todas, todas.
A media película intenté cambiar mi punto de vista, por si la idea del realizador hubiese sido un enfoque para el público infantil o juvenil… pero tampoco así llega al aprobado raspado. Diálogos sonrojantes y sobreactuaciones bochornosas son el hilo conductor de una aventura absurda de cabo a rabo.
Ni la mejor sonrisa de Natasha Yarovenko, que es infinitamente más valiosa que cualquier sílaba pronunciada por ella en la película, salva este desatino.