El comienzo es algo extraño con un protagonista bastante desagradable y nada heroico (interpretado magníficamente por David Spade), un diseño visual de personajes muy particular y flashbacks, con él recordando cómo llegó a la situación en la que comienza la película, lo cual tampoco es habitual.

Pero luego, se va poniendo progresivamente más graciosa y cuando se llega a la mitad (o al tercer acto) todo se descontrola en una aventura desenfrenada, ridícula y más que nada, imposiblemente graciosa. Los chistes, de todos los estilos, no frenan: para chicos; para grandes; rompiendo la cuarta pared; y mientras se va poniendo más corazón en la historia, terminando con una película de gran mensaje sin necesidad de discursos forzados ni musicales melodramáticos.

Destacar, además de a Spade, a los actores que hicieron de villanos, Patrick Warburton como Kronk y la brillante y desconocida para mí, Eartha Kitt como Yzma. John Goodman no fue un desastre como Pacha, el coprotagonista. Brillante, y diferente, entrega de Disney.