Hablar de la marabunta a estas alturas de la vida no tiene mucho sentido... O sí porque alegró nuestra infancia -la película- cuando yo era pequeña. Y ver a Charlton Heston de esa guisa, con sus pantalones safari o vestido de blanco riguroso, no tenía desperdicio… Tampoco los ojos celestiales de Eleanor y esos labios temblorosos siempre al borde del 'pecado'... Y eso que no entendíamos demasiado pero sí pillábamos lo del piano, que suena mejor cuando ha sido tocado previamente (la censura nos regaló esa frase e hicimos un buen uso de ella, todo un master). A lo que iba, la marabunta: le digo a mi marido, que aparentemente pasa: “Me voy al salón -en realidad el comedor, ejem- a ver al macho alfa de la historia…". Y va él y me replica -es que tiene mucha chispa-: “Un macho alfa que no ejerce…”. Pero ahí está la gracia y cuando finalmente Heston le pone a ella la crema anti-mosquitos por la espalda, voy y le llamo de nuevo: “Ven, ven a ver como se hace que tú siempre me dejas solita a mí con el Fenistil…”. Bueno, cachondeos aparte, yo solo quiero añadir que, partiendo de una obra supuestamente corta de Carl Stephenson, leo, un director no demasiado conocido como Byron Haskin supo realizar y hasta sublimar diría, una película de aventuras con un croma estupendo y en la que encontramos terroríficas a unas hormigas medianas… Si a eso le sumamos la historia de desamor/amor más el piano, el bingo sigue estando asegurado. Eso o que yo no he madurado, lo que también es posible -muy posible-.