Criminal

“Criminal” es el título de una serie tan fascinante y adictiva que este cronista acaba de ver sin pestañear y de un solo tirón en esa inagotable mina de entretenimiento llamada Netflix. “Criminal” consta de un total de doce episodios distribuidos en cuatro segmentos correspondientes a otros tantos países: Reino Unido, España, Alemania y Francia. Cada uno colabora con tres episodios monográficos, rodados en sus respectivos idiomas, cuya realización corre a cargo de profesionales -guionistas, directores, actores y equipo técnico en general- originarios de sus correspondientes países.
El hilo conductor de este apasionante hallazgo cinematográfico son doce interrogatorios realizados por expertos inspectores de policía a otros tantos sospechosos de diversos delitos.
El resultado es un viaje alucinante por los sinuosos caminos de la mente humana. El duelo verbal a cara de perro entre agentes del orden en busca de la verdad que se oculta tras las máscaras imperturbables de individuos que se juegan familia, amigos, trabajo y, en definitiva, su libertad o condena, no tiene precio. En esa decisiva prueba, cada bando juega sus cartas poniendo sobre la mesa toda su pericia, astucia e inteligencia con la finalidad de salir victorioso del enfrentamiento.
Las fases por las que atraviesa un interrogatorio son impredecibles a la vez que sorprendentes. Porque interaccionan con sujetos que se defienden como gatos panzarriba, se muestran cínicamente serenos, fríos como un témpano, herméticamente encapsulados y capaces de sostener durante horas su versión de los hechos sin un solo parpadeo.
Resulta admirable la tenacidad, flema y habilidad de estos profesionales para lograr romper la resistencia de los interrogados. Los observan minuciosamente, estudian su lenguaje corporal, no les pasa desapercibido ningún detalle, analizan cada gesto o movimiento que ofrezca pistas o delate su estado anímico. En ocasiones, la ley, a falta de pruebas concluyentes, les obliga a interrogarlos solo durante un tiempo determinado lo cual supone una enloquecida carrera contra reloj. Y, en algunos momentos, la fuerza dramática alcanza cotas de tensión insospechadas.
Cuesta creer que aquello que vemos no esté basado en hechos reales y que cada caso haya surgido de la prodigiosa imaginación de unos guionistas ungidos por el don del ingenio y la creatividad.
La localización y rodaje de la totalidad de la serie se sitúa en un mismo espacio interior. Se trata de una de las plantas de un edificio de la Ciudad de la Tele en Madrid.
Y si ustedes, mis improbables lectores, aprecian y disfrutan de aquellas realizaciones en las que la inteligencia, la sagacidad e increíbles y desconcertantes giros argumentales constituyen la base del relato, no lo duden, esta es su serie.

Emilio Castelló Barreneche