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545
Drama. Intriga
En algún lugar de Europa, a mediados del siglo XX, Albert (Paul Hilton) trabaja cuidando de Mia (Romane Hemelaers), una niña con dientes de hielo. Mia nunca sale de un apartamento donde las puertas y ventanas siempre están cerradas. El teléfono suena con regularidad, y un individuo conocido como "el maestro" se interesa por el estado de Mia. Un día, Albert recibe instrucciones: debe preparar a la niña y salir al exterior. (FILMAFFINITY)
16 de agosto de 2022
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es una película desconcertante por el ritmo pausado, por los silencios, por lo que se omite. Lo primero que impresiona y atrapa es la atmósfera claustrofóbica, escasamente iluminada. Cada escena parece un cuadro. Vemos en una casa con las ventanas clausuradas a un hombre llamado Albert que cuida a una niña llamada Mia. El cuidado tiene que ver con los dientes. Cada día tiene que hacer una delicada operación de cambiarle un soporte bucal y ponerle unas prótesis dentales hechas con la propia saliva congelada. Hablan muy poco, la niña juega sola. Pocas cosas pasan, sin embargo se mantiene una tensión ambiental importante. El hombre recibe llamadas de alguien que pregunta por la niña, indefectiblemente contesta lo mismo: "Está bien, las cosas marchan según lo previsto". Este hombre recibe dinero por cuidar a la niña pero una llamada le advierte que su trabajo está a punto de terminar. El hombre sale una noche a una taberna, hay una reyerta, hiere en la cara a una mujer, huye del lugar y vuelve a la casa. Este incidente tendrá consecuencias al final. Sigo en zona spoiler.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
El final es inesperado, sorprendente, y tiene que ver con la mujer agredida. El hombre lleva a la niña a un lugar que parece un orfanato o un sanatorio. Allí se entera de que es hija suya, de su mujer que murió de parto y al parecer él quedó traumatizado después. Cuando el hombre se va, la mujer herida practica su venganza. En la secuencia final se atan algunos cabos pero no todos. ¿Por qué el hombre no se acordaba de que la niña era su hija? ¿Quién era el misterioso extraño que lo abordó en la taberna y que paree saber tanto de su vida? ¿Y el otro hombre, Laurence, que se ocupa de la camarera sangrante? ¿Por qué le pagaban para cuidar a la niña? ¿Qué significan los cristales rotos? En fin, muchas preguntas quedan sin respuesta. La directora intentó reducir la narratividad a su mínima expresión, tal vez para evitar redundancias y explicaciones innecesarias pero la verdad es que hace falta un poco más de historia y menos fotografía, que por lo demás, es soberbia.