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España España · sevilla
Voto de Jlamotta:
6
Comedia. Drama Dolph busca a su perro perdido, pero por culpa de sus encuentros con una repartidora de pizza, un vecino que trata de correr todo el día, y un misterioso hombre que corrige los errores, se puede llegar a perder la cabeza... y la identidad. (FILMAFFINITY)
18 de octubre de 2012
13 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
El francés Quentin Dupieux (Mr. Oizo para los amantes de la música) se ubica en ese extraño espacio reservado para los directores inclasificables como David Lynch, Terry Gilliam o Peter Greenaway, entre otros. Su cine divide tanto como une, las críticas de sus películas son extremistas para bien o para mal (sin duda provocado por una propuesta igualmente radical) y mientras unos le acusan de farsante y vacío, otros le elogian su originalidad y atrevimiento. Ahí tenemos el cortometraje Nonfilm, su primera película Steak o, sobre todo, Rubber. Su anterior film trataba sobre un neumático que cobra vida para asesinar a toda la gente de la que fuera capaz, mientras una muchedumbre observaba y comentaba sus terribles acciones. No hay más que eso. Ni dobles lecturas, ni dobles sentidos, ni subtexto más allá de la confrontación entre realidad, ficción y cinematografía. Su cine es puro vómito de ideas primarias. Su último trabajo no podría tener un título mejor ni más acorde con las situaciones que ocurren en él. Wrong es igual de disfrutable que Rubber pero, afortunadamente, más analizable. Wrong, error en español, narra la historia de un hombre al que le han secuestrado a su perro y decide ir a buscarlo. En teoría esto es todo, pero el mundo creado por Dupieux tiene algunas capas interesantes. Para empezar, todo está al revés, nada es como debería ser. Las telefonistas de la pizzería que atienden tu pedido no solo no lo hacen con la desgana habitual sino que se enamoran de ti. El tío al que ves todos los días correr por tu ventana te jura y te perjura que el no ha corrido en su vida. Tu jardinero te avisa de que tu palmera se ha convertido en un pino de la noche al día. Situaciones corrientes que viran a desequilibradas en un pueblo donde nadie parece estar bien pero ni un alma se altera por ello. Y menos que nadie el extravagante personaje encarnado por el siempre brillante William Fichtner, que parece tenerlo todo bajo control. De hecho, la descabellada idea de pensar en él como un posible alcalde invisible de este psicótico pueblo no parece tan descabellada con el paso de los minutos. La sombra del Ed Harris de El Show de Truman es alargada.

La incomunicación está presente en cada linea de diálogo, con la representación externa exagerada de dos hombres hablando por teléfono aún estando a dos metros de distancia. La falta de contacto entre los seres humanos es más grande cada día que pasa y hurga en la herida tecnológica de la deshumanización de las personas, más solas y a su vez más dependientes que nunca. ¿Provoca esto qué llueva en el interior de unas oficinas de trabajo? Porque, literalmente, es lo que ocurre. Nuestro protagonista (espléndidamente interpretado por un cómico/patético Jack Plotnick) sigue yendo a trabajar a pesar de la lluvia interior y, principalmente, ignorando el hecho de que fue despedido hace meses. La vida laboral de nuestros días provoca la confusión, la destrucción de la familia como modelo básico (nuestro hombre solo tiene a su perro), la muerte del hombre en su lucha por sobrevivir mediante objetivos que no sean estrictamente profesionales. La opresión que Plotnick sufre en su entorno de (no) trabajo traspasa lo físico para mutar a psicológico cuando es la diana de sus ex-compañeros y de uno de sus pocos amigos. El capitalismo fomenta este tipo de comportamientos, el hastío y la depresión enfrenta a la plebe con la plebe y libera las manos de los manipuladores de los hilos para seguir campando a sus anchas. Hasta nuestro despertador se ha pasado al lado oscuro dando lugar a que el día dure más y, por tanto, haya más jornadas de trabajo que soportar. Dupieux abraza la comedia absurda y surrealista de principio a fin, con unos treinta minutos iniciales absolutamente primorosos donde la presentación de un nuevo mundo sin reglas (o reglas modificadas y manipuladas) capta nuestra atención y nos hace preguntarnos hacia donde puede ir la película. Una de las obsesiones de los directores es mantener el final bien guardado, lejos de la curiosidad del espectador más avispado y que haga explosión en el momento oportuno. En este caso, no puedes intuir un final, ya que ni siquiera puedes hacerlo con la parte central del relato.


Sigo en spoiler sin ser spoiler
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Jlamotta
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