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España España · sevilla
Voto de Jlamotta:
1
Thriller. Drama Cuatro jóvenes estudiantes con ganas de mucha juerga acaban en la cárcel, tras ser sorprendidas en una casa llena de drogas durante sus locas vacaciones escolares de primavera (spring break). Pronto salen bajo fianza gracias a un joven traficante de armas y de drogas (James Franco) que ve en las chicas a unas potenciales delincuentes que podrían serle útiles. (FILMAFFINITY)
14 de octubre de 2012
125 de 200 usuarios han encontrado esta crítica útil
Que noche la de aquel día (A Hard Day's Night, Richard Lester, 1964), Help (Richard Lester, 1965), Magical Mistery Tour (Bernard Knowles & The Beatles, 1967) o Yellow Submarine (George Dunning, 1968) son algunos de los trabajos cinematográficos protagonizados por The Beatles, la banda de Pop-Rock más grande de todos los tiempos. Sus hordas de fans (sobre todo quinceañeras) llenaban las salas de cine convirtiendo cada estreno de los cuatro de Liverpool en un éxito sin paliativos. Lo más llamativo del asunto era que no les importaba en absoluto los personajes, la trama o la historia. Lo importante era que actuaban The Beatles haciendo de eso mismo, de The Beatles. John Lennon, Paul McCartney, Ringo Starr y George Harrison eran las cuatro estrellas más mediáticas del planeta, lo que obligó a sus agentes y asesores de marketing a construirles una personalidad diferente y propia a cada uno con la que su público pudiera identificarse. Por lo tanto, eran personas corrientes disfrazados de músicos. A su vez estos músicos, en sus aventuras para el celuloide, se volvían a colocar otra careta que los transformaba en una figura diferente a la original pero popular para el pueblo. Al final, en sus films británicos, no eran más que representaciones manipuladas adaptadas al gusto de los espectadores que, entusiasmados y satisfechos, reclamaban más y más. Richard Lester y cía no necesitaban una construcción detallada de personajes, ni que estos tuvieran aristas o fuesen redondos. Solo precisaban que The Beatles fueran The Beatles en otro medio durante noventa minutos, cuatro pases a la semana. Harmony Korine ha ejecutado la misma jugada con Selena Gomez y Vanessa Hudgens. El realizador caloforniano ha colocado a las estrellas de High School Musical y Los Magos de Waverly Place en un ambiente diferente, totalmente alejado de sus anteriores trabajos y ha confiado en que la percepción de sus entusiastas admiradores haga el resto, ahorrándole la laboriosa misión de crear desde cero. La película es un gran "y si Selena Gomez y Vanessa Hudgens fueran unas auténticas zorras?", sirviéndose íntegramente de la realidad para alimentar la ficción. Mi respuesta a ese "y si...?" es:no me interesa en absoluto, señor Korine, en absoluto.

Me produce cierta gracia cuando el director de turno se queja de que su película no es tomada en serio debido a que el protagonista de la misma es un cantante, una modelo o similar, argumentando que no es justo que se condicione todo un proyecto por la presencia de un rostro conocido. Lo que no se suele comentar es que su intención al situar ante los focos a una estrella no cinematográfica es puramente comercial, para atraer al mayor público posible, algo que me parece muy loable, pero no cuando a los espectadores se nos limita la crítica y se potencia el elogio. Si un estudio pretende explotar la imagen de una celebridad solo puede obtener dos resultados:éxito de taquilla o desprecio absoluto. Y es que Spring Breakers es un film autoconsciente de su apuesta por lo vacío que muchos verán rebosante y donde la provocación fácil y barata alcanza cotas pornográficas y repugnantes. En pleno Siglo XXI que unos chavales hagan fiestas con droga, alcohol y sexo en la playa no es descubrir América y la obsesión del firmante de Trash Humpers por potenciar estas imágenes durante todo el metraje llega a ser desesperante, saturando hasta al más pervertido. Entendemos lo que se quiere hacer, el significado descriptivo de la repetición de tetas, culos, cuerpos desnudos, desfase y cerveza, pero con el 10% de ello hubiera provocado el mismo efecto y no nos sentiríamos hastiados ni desganados de continuar con la proyección. La elaboración del montaje tampoco ayuda en lo más mínimo. El batiburrillo de ocasos, planos de postal, fotografía de anuncio de colonias de saldo, diálogos en off pretendidamente profundos (pero sin la más mínima sustancia dramática) y la constante repetición en espacios y tiempos diferentes de todo esto, incita al suicidio colectivo. Editar no es intercalar planos sin conexión al azar esperando que forme una experiencia nueva y refrescante. La sala de montaje se usa para corregir ritmos, potenciar virtudes, disimular defectos, pulir la narración...y no para llenar la pantalla de efectos superficiales que harían las delicias del Hunter S. Thompson más colgado.

Sigo en spoiler sin ser spoiler
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Jlamotta
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