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Voto de Jlamotta:
5
6,8
73.782
Drama
Diciembre del año 2004. María (Naomi Watts), Henry (Ewan McGregor) y sus tres hijos pequeños vuelan desde Japón a Tailandia para pasar las vacaciones de Navidad en la playa. Una mañana, mientras se encuentran todos en la piscina del complejo a orillas del mar, un tremendo tsunami destroza el hotel y gran parte de la costa del sudeste asiático. Este desastre cambió para siempre la vida de millones de personas. Esta es sólo la historia de una familia. (FILMAFFINITY) [+]
8 de octubre de 2012
52 de 76 usuarios han encontrado esta crítica útil
Glenn Ford interpreta a un agente de policía llamado Dave Bannion absorbido por su trabajo en una gran urbe infestada de crimen y caos. Se pasa el día de aquí para allá codeándose con los delincuentes más peligrosos y sucios. No tiene grandes ingresos pero le da para vivir de forma decente en una bonita casa con sus únicos placeres, su mujer y su hija. Es fácil llegar a empatizar con un personaje así. Los momentos que Ford pasa en su hogar con su familia rebosan azúcar, felicidad y sensación de bienestar. Lang decide integrar a estas escenas una suave y optimista melodía compuesta por Daniele Amfitheatrof, lo que proporciona al conjunto un tono onírico, casi divino. Sin embargo, la misma melodía se torna cruda cuando Ford pisa las calles, en una clara división de su personalidad y ambientes. Un día, con toda la familia en casa, su mujer, interpretada por Jocelyn Brando, le pide a su marido las llaves de su coche para salir a comprar. Mientras tanto, éste se queda en casa jugando con su hija y Lang vuelve a recurrir al uso de la música en su vertiente más almibarada. De repente, oímos una explosión que proviene del patio. Una bomba pegada al coche que iba dirigida a Ford acaba con la vida de su mujer. Desde ese momento, Lang decide cambiar la selección musical virando a tonos apesadumbrados y llenos de tensión. Ni siquiera con la aparición en pantalla de la mujer de mala vida encarnada por Gloria Grahame se tiene piedad del personaje. Ford ha cambiado y con ello la película entera incluyendo, por supuesto, la música. Donde antes se amplificaban los sentimientos, ahora se oprimen. Donde antes todo era blanco, ahora es negro. Donde antes tenía sentido utilizar elementos delicados, ahora no lo tiene y, por ello, son descartados. La película en cuestión es Los Sobornados (The Big Heat, 1953). Sé que esto parecerá un rollo infumable, pero no se me ocurre una forma mejor de dejar en evidencia la desfachatez de Bayona en el apartado sonoro que con esta simple comparación. Para empezar, quiero dejar claro que la creación musical de Fernando Velázquez me parece acertada y con un par de temas preciosos y emotivos. Mi ataque va dirigido al uso que se hace de ella. Bayona tiene un claro problema a la hora de construir algo tan básico para un film de estas características como es la empatía. En el momento en que uno de los hijos de los personajes de McGregor y Watts utiliza la palabra "jet lag", sabes que ese niño es más afortunado que el 80% de la población de Tailandia. Lógicamente no quieres que le pase nada malo (no deja de ser un niño sin responsabilidad con la vida que le ha tocado vivir) pero Bayona nos lo presenta a él y a toda su familia en un Resort de lujo con todas las comodidades, sabiendo que viven en Japón, que Watts se puede permitir cuidar de sus hijos al no ejercer su carrera de medicina, y que McGregor tiene un trabajo en una compañía de nivel mundial que le hace estar claramente por encima del resto y, sobre todo, de nosotros (el público). El hecho de que los personajes sean ricos y poderosos no implica que tengamos que odiarlos o que no podamos conectar con ellos. El problema viene cuando en esa presentación que acabo de citar, la música triste, compasiva y digna de la última travesía del Titánic, nos quiere obligar a sentir pena por ellos. Y yo me pregunto...¿Pena de qué?
Ahí es cuando entra en juego la brutal manipulación emocional que impregna cada fotograma del film. El director de El Orfanato sabe que hemos visto el trailer donde la familia sufre la devastadora ira de un Tsunami. Sabe que la historia es conocida por la mayoría. Y lo peor de todo, sabe que es una HISTORIA REAL y, por lo tanto, se aprovecha de esa coyuntura para jugar con la maleable mente del espectador impresionado ante las historias de superación personal basadas en la realidad. El componente de realidad hace que nos pongamos en su pellejo, ya que le pudo pasar a cualquiera (a cualquiera que tenga una casa en Japón y se pueda permitir estas vacaciones). Es similar a los personajes encarnados por Bruce Willis. El bueno de Bruce lleva décadas interpretando casi siempre al mismo personaje (para mi disfrute personal, todo sea dicho), por lo que no es necesaria ninguna introducción al mismo ni florituras preliminares. En el caso de Lo Imposible es lo mismo. Al ser una historia de conocimiento público, Bayona opta por tres brochazos de guión y va a lo que le interesa, la pena. Y repito, ¿Pena de qué? ¿Por qué tenemos que sentir pena por unos personajes que no conocemos, qué no se han dignado a presentarnos, que lo único que hacen es hacer lo que yo (el público) no puedo hacer? ¿Acaso no hubiera sido más honesto presentarlos como las personas normales que son, sin ningún tipo de incentivo emocional y dejar que sean las personas que ocupan la butaca los que decidan sus propios sentimientos? Pues Juan Antonio opina que no, que no somos suficientemente inteligentes para elegir nuestros pensamientos y emociones, que él debe guiarnos a través de planos forzados y antinaturales, idealizando cada situación de la forma más rocambolesca posible y subrayando cualquier conato de tristeza para que sea diez veces más intenso (consiguiendo, en mi caso, lo contrario).
Sigo en spoiler sin ser spoiler
Ahí es cuando entra en juego la brutal manipulación emocional que impregna cada fotograma del film. El director de El Orfanato sabe que hemos visto el trailer donde la familia sufre la devastadora ira de un Tsunami. Sabe que la historia es conocida por la mayoría. Y lo peor de todo, sabe que es una HISTORIA REAL y, por lo tanto, se aprovecha de esa coyuntura para jugar con la maleable mente del espectador impresionado ante las historias de superación personal basadas en la realidad. El componente de realidad hace que nos pongamos en su pellejo, ya que le pudo pasar a cualquiera (a cualquiera que tenga una casa en Japón y se pueda permitir estas vacaciones). Es similar a los personajes encarnados por Bruce Willis. El bueno de Bruce lleva décadas interpretando casi siempre al mismo personaje (para mi disfrute personal, todo sea dicho), por lo que no es necesaria ninguna introducción al mismo ni florituras preliminares. En el caso de Lo Imposible es lo mismo. Al ser una historia de conocimiento público, Bayona opta por tres brochazos de guión y va a lo que le interesa, la pena. Y repito, ¿Pena de qué? ¿Por qué tenemos que sentir pena por unos personajes que no conocemos, qué no se han dignado a presentarnos, que lo único que hacen es hacer lo que yo (el público) no puedo hacer? ¿Acaso no hubiera sido más honesto presentarlos como las personas normales que son, sin ningún tipo de incentivo emocional y dejar que sean las personas que ocupan la butaca los que decidan sus propios sentimientos? Pues Juan Antonio opina que no, que no somos suficientemente inteligentes para elegir nuestros pensamientos y emociones, que él debe guiarnos a través de planos forzados y antinaturales, idealizando cada situación de la forma más rocambolesca posible y subrayando cualquier conato de tristeza para que sea diez veces más intenso (consiguiendo, en mi caso, lo contrario).
Sigo en spoiler sin ser spoiler
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Lo peor de todo es que usa la misma técnica antes y después del Tsunami. Es decir, tiene el mismo tratamiento ¿narrativo? una familia feliz que una familia separada por un desastre natural. En ese caso solo funcionaría en una de las dos partes pero nunca en ambas, ya que la situación es drásticamente distinta con una fuerte escisión entre el principio y el nudo-desenlace. Por esto mismo se sobreentiende que las decisiones artísticas han sido tomadas con el único objetivo de impresionar al gran público (que es básicamente el que va a convertir a Lo Imposible en una de las cintas más taquilleras del año) sin tener en cuenta el factor psicológico de los personajes ni sus arcos narrativos. Un todo vale donde el único perjudicado es el cliente más exigente.
La calculada campaña de promoción tiene también parte de culpa en el desencanto de cierto sector con la película, ya que las afirmaciones que aseguraban que nos encontrábamos con un film que marcaría una época, han hecho un flaco favor a su recepción en círculos más cinéfilos. Ponerla a la altura de las grandes epopeyas de Spielberg no solo es un sinsentido sino que me recuerda al lanzamiento de la serie española Crematorio y su suicida comparación con The Wire (ja!). La comparación con lo mejor solo trae frustración y decepción a nivel crítico pero seguramente funcionará a nivel de taquilla, que es para lo que se ha creado Lo Imposible. A pesar de todo esto, hay reflexiones interesantes que se pueden sacar. Bayona mantiene el buen pulso y el dominio de la tensión que ya ejerció en su ópera prima El Orfanato, consiguiendo que los casi 110 minutos que dura no se hagan largos y si bastante entretenidos, a pesar de contener escenas de tintes gore (la odisea de Naomi Watts es parecida a la de Jim Caviezel en La Pasión de Cristo de Mel Gibson, altamente dolorosa tanto para ella como para nosotros). Por otra parte, la brutal secuencia del impacto del Tsunami en el Resort deja en paños menores a la torpemente filmada por Eastwood (y me duele mucho decir esto de mi ídolo Clint pero es así) en Más allá de la vida (Hereafter) y la brutalidad del fenómeno queda eficazmente captada por la nerviosa y curiosa cámara de Bayona. La edición de sonido cumple su cometido de brindar realismo a una parte necesitada del mismo y, afortunadamente, la dirección está al nivel con algunos planos secuencia verdaderamente estremecedores. Lo malo es que la similitud con un gran orgasmo va más allá de lo meramente obvio y los efectos posteriores de ambas acciones son increíblemente parecidos. Después de la tempestad y la excitación descontrolada, viene la calma y, tal vez, demasiada relajación, por lo que mantener el ritmo sin recurrir a trucos (que los hay y muy denunciables, como la escena del teléfono móvil de McGregor, en un torrente de efectismo barato y despreciable) es tarea imposible. Para dejar cerrado el tema musical, apuesto a que las mismas escenas dramáticas, eliminando la música, impactarían más y serían más crudas, que es lo que la película pide a gritos. Lo dicho, para pasar una experiencia arrolladora sin exigir realismo y dejarse llevar, Lo Imposible cumple con creces. Si en cambio te aburres con La Aventura del Poseidón (The Poseidon Adventure, 1972), mantén una distancia de seguridad con tu cine más cercano.
La calculada campaña de promoción tiene también parte de culpa en el desencanto de cierto sector con la película, ya que las afirmaciones que aseguraban que nos encontrábamos con un film que marcaría una época, han hecho un flaco favor a su recepción en círculos más cinéfilos. Ponerla a la altura de las grandes epopeyas de Spielberg no solo es un sinsentido sino que me recuerda al lanzamiento de la serie española Crematorio y su suicida comparación con The Wire (ja!). La comparación con lo mejor solo trae frustración y decepción a nivel crítico pero seguramente funcionará a nivel de taquilla, que es para lo que se ha creado Lo Imposible. A pesar de todo esto, hay reflexiones interesantes que se pueden sacar. Bayona mantiene el buen pulso y el dominio de la tensión que ya ejerció en su ópera prima El Orfanato, consiguiendo que los casi 110 minutos que dura no se hagan largos y si bastante entretenidos, a pesar de contener escenas de tintes gore (la odisea de Naomi Watts es parecida a la de Jim Caviezel en La Pasión de Cristo de Mel Gibson, altamente dolorosa tanto para ella como para nosotros). Por otra parte, la brutal secuencia del impacto del Tsunami en el Resort deja en paños menores a la torpemente filmada por Eastwood (y me duele mucho decir esto de mi ídolo Clint pero es así) en Más allá de la vida (Hereafter) y la brutalidad del fenómeno queda eficazmente captada por la nerviosa y curiosa cámara de Bayona. La edición de sonido cumple su cometido de brindar realismo a una parte necesitada del mismo y, afortunadamente, la dirección está al nivel con algunos planos secuencia verdaderamente estremecedores. Lo malo es que la similitud con un gran orgasmo va más allá de lo meramente obvio y los efectos posteriores de ambas acciones son increíblemente parecidos. Después de la tempestad y la excitación descontrolada, viene la calma y, tal vez, demasiada relajación, por lo que mantener el ritmo sin recurrir a trucos (que los hay y muy denunciables, como la escena del teléfono móvil de McGregor, en un torrente de efectismo barato y despreciable) es tarea imposible. Para dejar cerrado el tema musical, apuesto a que las mismas escenas dramáticas, eliminando la música, impactarían más y serían más crudas, que es lo que la película pide a gritos. Lo dicho, para pasar una experiencia arrolladora sin exigir realismo y dejarse llevar, Lo Imposible cumple con creces. Si en cambio te aburres con La Aventura del Poseidón (The Poseidon Adventure, 1972), mantén una distancia de seguridad con tu cine más cercano.