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Voto de Jlamotta:
7
6,1
3.048
Thriller. Drama
Becky es una chica que es detenida en su jornada laboral, acusada de robar dinero de la cartera de una cliente en el restaurante de comida rápida en el que trabaja. Con este arresto comenzará una pesadilla para ella y los que la rodean, y se pondrán a prueba los límites de la prudencia, la legalidad y la docilidad ante la autoridad. (FILMAFFINITY)
2 de abril de 2013
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Basado en hechos reales. Las cuatro palabras de la discordia, cuyo significado cobra un sentido u otro según su uso. Hay películas que se aprovechan de la adaptación de una historia increíble, rocambolesca o sorprendente, pero real, para saltarse ciertas normas narrativas y cinematográficas a la torera y emplear el poder de lo real contra el sentido común del espectador (aunque a muchos no parezca importarle demasiado). Es decir, convierten un hecho auténtico en un "todo vale" sin frenos, convirtiéndolo más en una anécdota o un punto de partida curioso que en el propio cuerpo de la película. Como por ejemplo en Lo Imposible (Juan Antonio Bayona, 2012), donde una historia potente y poderosa es transformada en una despreciable fábula moralista y manipuladora, debido al innecesario empleo de efectismos y fuegos de artificio de guión, dirigiendo las emociones del espectador y anulando su libre percepción del film, enjaulando cualquier atisbo de imaginación en su cabeza. Craig Zobel, director de Compliance, ha optado por otra opción, infinitamente más honrada y lógica. No se ha aprovechado del "basado en hechos reales", teniendo más motivos que, por ejemplo (por citar un ejemplo actual), Bayona, ya que su historia es más extraña y sobre todo más desconocida para el gran público, que es quien realmente va a juzgarlo. Zobel, en una maniobra que le honra, ha fusionado con eficacia realidad y ficción, empleando recursos cinematográficos limitados y comedidos que suman en lugar de restar y, de esta forma, evita que la asimilación de un argumento cuanto menos curioso se realice de manera brusca. Al principio de cada película asistimos al asentamiento de bases, tanto narrativas como visuales, que nos van a ofrecer director y guionista. Por lo tanto, si en Casino Royale (Martin Campbell, 2006) James Bond salta de un edificio a otro sin hacerse un rasguño y acto seguido elimina a tres villanos con sus propias manos sin jadear, sabemos que Campbell nos está pidiendo que seamos un poco abiertos de mente, que juguemos a su juego para disfrutar. Lo mismo ocurre con el humor en las películas de los Monty Python o los personajes extremos de las de Tim Burton. Cada film es un universo, tiene sus propias reglas y todo irá bien mientras sean respetadas (cosa que no ocurre siempre, por desgracia). Zobel sabe que tiene ante si una trama difícil, que despertará incredulidad y que cualquier patinazo puede ser fatal. La delicadeza y detalle con la que cuida cada aspecto del film responde a algo más que un simple gusto por lo estético, es su seguro de vida, la necesaria red para no perder la atención de su público.
De hecho, a la hora de valorar Compliance, es casi más importante analizar su metodología que su (alto) interés artístico. Todo ocurre en unos escasos e intensos 87 minutos, de los que 80 de ellos transcurren en tiempo real, prácticamente en una sola localización, con muy pocos actores y con una idea descabellada como premisa. ¿Es más fácil mantener la tensión en tiempo real o por el contrario sería más asequible si transcurriese en espacio y tiempos diferentes? La posibilidad de cambiar de escenario e incluso de día facilita una cierta agilidad rítmica, sin duda, pero si se cuenta con unos buenos ingredientes a todos los niveles, seguiría el ejemplo de Craig Zobel y su elección por un montaje lineal. Al no haber saltos temporales no interfiere ningún elemento externo en la acción (como en las películas sin anuncios), no hay riesgo de baches o huecos temporales por donde la tensión se pueda escapar, todo queda concentrado en el mismo sitio, y esto es clave en Compliance, visionarla sin ningún tipo de interrupción. Otra cosa que considero fundamental es la documentación, no ya sobre el tema del film, sino sobre el comportamiento y la forma de ser de los ciudadanos de los pueblos en la América profunda. De esta forma, ciertas actitudes brillantemente reflejadas en el libreto no chirriarán ni provocarán suspicacias. El respeto por la ley, la disciplina, su simpleza y su innato temor a complicarse la vida innecesariamente forman parte de su día a día. Para entenderlo mucho mejor recomiendo el visionado de The Thin Blue Line (Errol Morris, 1988), aclamado documental sobre el arresto y condena en Dallas de Randall Adams, en 1976. Así son gran parte de los americanos, los americanos de Compliance, temerosos de Dios y de la ley, con la que es mejor no toparse ni siquiera como testigo de un simple robo a una tienda de licores. Ann Down (enorme), Dreama Walker o Pat Healy, entre otros, recrean a la perfección esta conducta con gran sutileza y sobriedad, abandonando la simple actuación en favor de una dolorosa y traumática experiencia personal.
Sigo en spoiler sin ser spoiler
De hecho, a la hora de valorar Compliance, es casi más importante analizar su metodología que su (alto) interés artístico. Todo ocurre en unos escasos e intensos 87 minutos, de los que 80 de ellos transcurren en tiempo real, prácticamente en una sola localización, con muy pocos actores y con una idea descabellada como premisa. ¿Es más fácil mantener la tensión en tiempo real o por el contrario sería más asequible si transcurriese en espacio y tiempos diferentes? La posibilidad de cambiar de escenario e incluso de día facilita una cierta agilidad rítmica, sin duda, pero si se cuenta con unos buenos ingredientes a todos los niveles, seguiría el ejemplo de Craig Zobel y su elección por un montaje lineal. Al no haber saltos temporales no interfiere ningún elemento externo en la acción (como en las películas sin anuncios), no hay riesgo de baches o huecos temporales por donde la tensión se pueda escapar, todo queda concentrado en el mismo sitio, y esto es clave en Compliance, visionarla sin ningún tipo de interrupción. Otra cosa que considero fundamental es la documentación, no ya sobre el tema del film, sino sobre el comportamiento y la forma de ser de los ciudadanos de los pueblos en la América profunda. De esta forma, ciertas actitudes brillantemente reflejadas en el libreto no chirriarán ni provocarán suspicacias. El respeto por la ley, la disciplina, su simpleza y su innato temor a complicarse la vida innecesariamente forman parte de su día a día. Para entenderlo mucho mejor recomiendo el visionado de The Thin Blue Line (Errol Morris, 1988), aclamado documental sobre el arresto y condena en Dallas de Randall Adams, en 1976. Así son gran parte de los americanos, los americanos de Compliance, temerosos de Dios y de la ley, con la que es mejor no toparse ni siquiera como testigo de un simple robo a una tienda de licores. Ann Down (enorme), Dreama Walker o Pat Healy, entre otros, recrean a la perfección esta conducta con gran sutileza y sobriedad, abandonando la simple actuación en favor de una dolorosa y traumática experiencia personal.
Sigo en spoiler sin ser spoiler
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Compliance sigue la sórdida estela de Killer Joe (William Friedkin, 2011), Fargo (Joel y Ethan Coen, 1996), A Simple Plan (Sam Raimi, 1998) o Mississippi Burning (Alan Parker, 1988). Una pequeña y visceral historia criminal en un diminuto pueblo rural en Estados Unidos con un insólito desarrollo y un no menos chocante desenlace. De hecho, el fantasma de los hermanos Coen deambula por cada fotograma, con momentos incómodos donde realmente no sabes si reír o estremecerte (una muestra más de la nula manipulación y total libertad de acción de Zobel con el público), con personajes cuyas motivaciones son muy básicas y limitadas, y es eso mismo lo que los humaniza hasta tal punto de que tememos por las decisiones que su cuadriculado cerebro pudiera llegar a tomar y sus incontrolables consecuencias. El autor de Great World of Sound (2007) también nos habla de lo fácil que es hoy en día armar el caos en la sociedad a través de algo tan simple como un teléfono. Vivimos en una sociedad donde presionando un rudimentario botón se desataría un ataque nuclear con fatales consecuencias, sin necesidad alguna de recurrir a la guerra física. La guerra cibernética se instauró hace tiempo y, en una sociedad donde no damos un paso sin que entremos en una base de datos informatizada, la estupidez humana y su ignorancia sigue siendo el arma de destrucción masiva más letal que existe. Pero si hay algo que sobra en la cinta son sus últimos siete minutos, donde Zobel intenta justificar (aunque sea brevemente) el comportamiento de sus personajes para terminar de convencer a aquellos ilusos que desconfíen de la veracidad de lo que acaban de presenciar. Desde mi punto de vista, no hacía falta en absoluto este "segundo final", aparte de que supone un cierre menos certero y arriesgado con respecto al que se presenta como el "final oficial". Durante todo el metraje se respetan sus normas internas y la escritura de personajes es modélica, consiguiendo disfrazar lo irreal de real gracias a un entramado consistente en certeros diálogos, un desarrollo del argumento basado en un sistemático y pausado crescendo narrativo, y una presentación visual totalmente creíble y realista, dotando de lógica a situaciones inusitadas que, por falta de sensatez, puedan parecer que carecen de ella.
Autor:@Jlamotta23
Autor:@Jlamotta23