Teresa de Ahumada, fundadora de los Carmelitas Descalzos, y más tarde adoptando el sobrenombre de Teresa de Jesús por vocación a lo largo de su vida, es fielmente retratada por esta serie de TVE, protagonizada por Concha Velasco en el el que siempre me ha parecido su mejor papel.

Firmado por Juan de Orduña, la serie cuenta con una ambientación aún mejor que las de las series históricas españolas actuales, mostrando la época del medievo final con una exactitud pasmosa ladrillo a ladrillo,vidrio tras vidrio, piedra tras piedra en cada castillo, fortaleza, casa particular, convento, iglesia o catedral.

En medio de las distintas localizaciones de Ávila y otros lugares Teresa completará su evolución de monja a santa padeciendo sobre su alma los dolores espirituales de sus visiones, y en su cuerpo milagros tales como la levitación o la enfermedad, y azotada siempre por esta última dependerá de muchos familiares y amigos.

El perfil psicológico de la santa queda retratado a la vez que su dolor y desgaste físico, a veces de forma demasiado extenuante por parte de los guionistas, pero el tono lento de la serie nos devuelve una sensación balsámica que no hacen más que engrandecer los pasajes de recitación poética de Velasco sobre las meditaciones de Teresa.

El reparto es el adecuado, con un Paco Rabal como padre de Teresa, desperdiciado que tan solo sale en dos episodios, y una serie de extras que cumplen con su rol. No destaca nadie más en este sentido, pero la fotografía, los tramos de la vida de Teresa y sus hermanas, enfrentándose a la misma Iglesia en ocasiones y a los que la tenían por una charlatana así como los excépticos, dejan ver el escenario político y social del fin del medievo con la entrada ya del siglo XVI.