Y digo yo, machacan la cabeza de un hombre en un lavabo que queda totalmente destrozado y, ¿nadie sospecha que ha podido ser un asesinato? De hecho piensan que ha sido un accidente fruto de una caida por un resbalón. Hay que ser gilipollas. Por otro lado, ¿el reputado detective que conoce los oscuros secretos del novio no es capaz de revelar tal información a la policía o a ella? Pues también hay que ser gilipollas.

La MANSIÓN de su amado es alucinante. Una casa que emite sonidos fantasmagóricos, tan gélida como lúgubre, con un mineral color rojo que inunda paredes y suelos, sin techo, en medio de la nada, y para colmo con unos indeseables huéspedes en forma de fantasmas. Pero la chica no ve nada anormal en ello. Claro, como está enamorada, su actitud complaciente y gilipollas se disculpa.

En cuanto al meollo principal del asunto, es decir, el por qué de los asesinatos y demás confabulaciones del hermano y la hermana, gira en torno a un trasto perforador. Veamos, resulta que necesitan dinero para hacer funcionar dicho artefacto y así poder venderlo al mejor postor. Y vuelvo a hacerme otra pregunta algo simple: si tu propósito es conseguir dinero por esta operación, ¿no es más fácil juntar toda la pasta que has acumulado con las herencias que has recibido e irte con tu hermana a vivir la vida loca? No, mejor asesinamos a cuatro mujeres y me sigo gastando el dinero -que ya debe ser mucho dinero- en la perforadora... Bastante gilipollas son estos hermanos.