Ni Spiderman ni Iron man ni Batman ni Superman ni Thor ni todo marvel junto, el héroe que más me gusta es el Zorro. En lugar de mallas ajustadas, de trajes millonarios, de trajes complejísimos, de calzoncillos rojos, él va con un discreto traje negro de faenas, con esas botas, ese sombrero y, por supuesto, ese antifaz. No va en batmóvil ni vuela, cabalga sobre Tornado, ese pedazo de caballo negro, mientras el sol se pone.

Lucha por el pueblo, de forma sencilla, sin extravagancias ni excentricidades, sin poderes, sin ayudas divinas, currandose sus entrenamientos diarios. Sin martillos ni escudos mágicos, sin fuerza infinita, sin volverse invisible, sin telas de araña, sin leer la mente y sin ser inmortal. Él desenvaina su espada y a luchar por los mexicanos.

Y por si fuera poco tiene capa.

En conclusión, a Antoñito le tocó un caramelito que supo aprovechar, que le iba como anillo al dedo, que le aupó a la cima y que aún hoy le caracteriza (véase el gato con botas). Compartiendo pantalla con una bellísima Catherine Zeta Jones como pareja de baile, nunca mejor dicho, y con ese gigante de la interpretación llamado Anthony Hopkins.