Tony Scott cada vez está radicalizando más sus puestas en escena. Esa cantidad de imágenes a cien por hora, en la que casi no te enteras de lo que pasa, y que hace que sus películas se salven solo por ser historias interesantes, ha ido evolucionando (o lo contrario) hasta desembocar en rarezas como la de esta película; en otro tipo de arte a esto se le llamaría vanguardista o cosas parecidas, pero creo que al cine esto no le va. Las imágenes, la música, en fin todo (hasta el exceso de personajes), hacen que parezca que estemos viendo un vídeo musical. Y menos mal que la historia es entretenida, pero habría estado mejor en manos de otro director. Solo se salva una Keira a la que cada vez se la ve más asentada y mejor, arriesgando con personajes distintos, y además saliendo muy atractiva.