Nunca como en esta adaptación sobre la aclamada novela de Steinbeck, se había abordado con tanta crudeza y realismo el clima social, económico y moral de un determinado y reconocible momento de la historia americana. Gracias a un impecable guión que respeta el espíritu de la obra, del luego reputado Nunnally Johnson y la dirección magistral de Ford. Destacando la fisicidad realista y abrumadora de sus imágenes en blanco y negro plagado de grises, en un itinerario físico y moral de unos personajes memorables, encarnados por un casting asombroso. Su fotografía portentosa que rezuma el drama humano en lucha por la supervivencia, todo en conjunto, es plasmado en una trama sobrecogedora y emotiva que nos arranca el alma.

Su vigencia es absoluta, imperecedera porque todos nos vemos aludidos o reflejados en cierto modo, empatizando de una u otra forma. Se trata de un fresco social, la trágica migración hacia la esclavitud de un puñado de seres desesperados, que son expulsados de su hogar en una Oklahoma hambrienta para recalar en una California explotadora, son nómadas empecinados por encontrar salida a su acuciante presente. Su soterrado lirismo, su gramática poética, su desbordante retrato vigoroso sobre la dignidad del ser humano, cautiva en cada visionado porque incide en el llanto y la rabia reprimida, de tintes sombríos en lo más profundo de las gentes sencillas y desamparadas.

Asistimos a las fatigas de un ex presidiario (antológico Henry Fonda) junto a su familia desahuciada, cuya matriarca (magistral Jane Darwell) debe liderar la lucha de su familia frente a las adversidades, impotentes ante la destrucción de su hogar. Un paisaje desolador donde prevalecen los saboteadores, la corrupción política, la represión contra los débiles, la miseria moral de la explotación del hombre por el hombre. Los limpios uniformes de la policía, los improvisados campamentos para pobres, la risa de los niños hambrientos, los lujosos coches de los ricos luciendo de forma siniestra bajo el sol californiano.

Una de las cumbres del melodrama social, que adquiere la grandeza épica de las causas perdidas: “No pueden tocarnos, somos eternos”, afirma la madre de la familia Joed. Es la belleza de las ideas que no pueden ser reprimidas, la ansiedad del expoliado y perseguido por paisajes inhóspitos en busca de un poco de razón, amor y comprensión. Quien dijo que John Ford era un facha patriotero, no se puede contar con mejor sensibilidad, emotividad, solidaridad y conciencia social esta historia que es un alegato que firmaría cualquier persona que se vista por los pies. Sobre los detalles del film creo que no descubriría nada nuevo si digo que es una obra maestra absoluta, tanto a nivel técnico como personal, una obra de conciencia liberal, una de las más incisivas y directas radiografías filmadas por un cineasta de ideología conservadora que no fascista, en un film IRREPETIBLE.