Guionista acreditado, prolífico escritor de cuentos, novelas y ensayos, cronista social de su tiempo, se atrevió con la dirección realizando un puñado de buenas películas, sobre todo del género negro, ésta fue su ópera prima que narra una historia muchas veces contada pero aquí destaca su contexto en la sociedad española de los cincuenta y su moral católica, no falta la religión, la influencia del núcleo familiar y la moralina redentora que la lastran en cierto modo. Todo ello no le exime de ser una obra muy digna para la época y se aprecia que está hecha con talento.

Son muchos los films que han tratado el tema del hombre que intenta olvidar el pasado, comenzando una vida nueva pensando en redimirse (Alan Ladd en “Raíces profundas”, Gary Cooper en “El hombre del oeste”, Burt Lancaster en “Forajidos” y Robert Mitchum en “Retorno al pasado”). Algunas veces bajo otro nombre u otro lugar, instalándose en un remoto y pequeño pueblo huyendo de ese pasado que le persigue y al que tendrá que enfrentarse, más pronto que tarde. Eran tipos de una galería de personajes del “far west” o del cine negro. No es extraño que “Nunca es demasiado tarde” le gustara filmarla a Coll, gran amante del cine clásico, nos evoque la memoria de esos tipos en busca de una segunda oportunidad de redimirse ante la sociedad y su conciencia personal.

Su protagonista, Jorge (Gérard Tichy) desciende de los citados, con la diferencia de que estamos en la España de Franco, ahora a esos pistoleros se les llama delincuentes. Asistimos a la contraposición entre el campo y la ciudad, la sana vida rural y la viciada y corrupta vida de la gran urbe. Al amor puro de la chica sencilla de juventud, Isabel (Margarita Andrey), la cual guarda un secreto en su condición de soltera en un entorno hostil, frente a la mujer mundana que va con un interés calculado de la que Jorge nunca estuvo seguro. Una fábula moral sobre el arrepentimiento y la redención por errores cometidos en busca de una vida mejor. Una interesante película a medio camino entre el thriller y el melodrama, de mal entendidos entre hermanos, de amores nobles y rencores turbulentos, de atracos y traiciones de asesinos y ladrones, con un excelente villano encarnado por Arturo Fernández, de ambición desmedida y de ajustes de cuentas.

Los personajes están muy bien definidos, el ritmo no decae nunca y va creciendo en tensión a medida que avanza el film. Su puesta en escena es muy descriptiva con planos muy cuidados para un director novel. Una historia conmovedora que te atrapa porque empatizas con esos personajes tan reales gracias al buen casting que contiene. Me pareció una película recomendable que demuestra que aquí también se hacían buenos thrillers dentro de nuestras circunstancias sociales y políticas.