En muchas ocasiones nos hemos lamentado del erróneo titulo en español de algunas películas extranjeras, pues en esta ocasión creo que el título escogido por el distribuidor en su momento, acierta en la descripción del film con este título, mucho más oportuno que "Tres personas violentas" que sería la traducción original. Porque "La ley de los fuertes" es la que deben cumplir nuestros protagonistas para sobreponerse ante las adversidades que nos plantea la vida. Deben ser fuertes en superarse para afrontar la humillación en la derrota del capitán sudista, la vergüenza de asumir una mala reputación como chica de alterne y el rencor de un lisiado que vive atormentado odiando a su hermano.

Maté fue un prestigioso director de fotografía de origen polaco responsable como operador de films de muchos maestros: Dreyer, Lang, Wyler, Lubitsch, Vidor y Hitchcock. Luego se pasó a la dirección creando películas interesantes pese a no tener una acusada personalidad como autor, cumplía con la dignidad del buen artesano sus trabajos para el Estudio, generalmente en películas de aventuras, cine negro, ciencia ficción, incluso péplums, y algunos westerns que eran poco ortodoxos y algo transgresores como apunto más adelante en momentos y situaciones. Su narrativa solía ser fluida y ligera de buen ritmo e interés.

El drama de Lorna (Anne Baxter) y su celoso marido, está vinculado a su turbio pasado como chica de vida alegre en tugurios y cabarets que al conocerlo éste, la condena sin derecho a ser escuchada: "Las personas somos imperfectas". Junto a la envidia y frustración del hermano discapacitado forman un trío explosivo y violento que sirve de título original. Estamos ante un western apasionante y áspero, recreando la rudeza tejana y la fisicidad del territorio, donde la trición y la envidia merodean e interactuan, repleto de sugerencias y reflexiones morales sobre el orgullo, la redención y el perdón, dentro de un film que comienza en tono de comedia para ir derivando hacia el melodrama redentor de oscuros tiempos pasados, difíciles de encontrar en este tipo de westerns clásicos.

La fotografía del maestro Loyal Griggs nos muestra en un estupendo Vistavisión la gran tierra y los paisajes abruptos del rancho de los Saunders, una estirpe bien conocida por su temperamento y rebeldía. Mucho más cuando son sometidos a las leyes e impuestos establecidos por el norte que exigen los vencedores. El desarrollo argumental se impone más sobre las relaciones personales que sobre la acción de sus moradores. El personaje de Heston está investido de esa típica virilidad, con ese rostro granítico se parece al del capataz rudo que haría dos años más tarde en el film de Wyler, "Horizontes de grandeza". El papel del capataz mejicano (Gilbert Roland) se admira por su lealtad y sacrificio de él y sus numerosos hijos ante los crudos acontecimientos que deben presenciar.