Luego de una desafortunada "Diablo sobre ruedas" y una facilona "Duel", el trampolín hacia el ansiado Hollywood dejó al joven Steven a medio salto para pasar luego a realzar su vuelo con uno de los clásicos de monstruos asesinos más inquietantes y primitivos en la historia, "Tiburón".

Más que convertirse en un éxito instantáneo, la obra maestra de Spielberg logró ahuyentar a todos los bañistas de las playas y generar un pánico insólito que marcó un hito en la historia del cine para monstruos. Y es que más allá del consumado trabajo en sus notables interpretaciones, el éxito de "Tiburón" radica indudablemente en los aspectos técnicos que su director consiguiera con la cámara y la espléndida y potente música de John Williams. Los impresionantes apartados visuales que Steven consiguiera para generar tensión, desde el espasmo inicial con la primera muerte, hasta la vista del escualo y esa tensionante necesidad de no mostrarlo acompañada siempre de una pavorosa y divertida orquesta, hicieron que todos los espectadores de la época gritaran de angustia.

No obstante, el cine con los nuevos tiempos que corren ha hecho de las suyas y lo que fue del film en su momento hoy no es visto como algo más que un pequeño clásico que sorprende, pero ya no asusta. Los "tiros" que Spielberg supo hacer para suscitar el pavor y la tensión con el tiempo fueron tan imitados y revaluados que a las nuevas generaciones que la ven les sabe a ya visto y hasta aburrido, pero aún así es una pequeña joya que permanece ahí, como una de las grandes de Steven y que siempre se reafirmará como un producto de visión obligatoria para los amantes del género y la calidad indiscutible de Steven Spielberg detrás de cámaras.

Lo mejor: Su banda sonora, a la cual se le debe mitad de su éxito. Y "Bruce", el tiburón, que pese a las limitaciones de la época para desarrollarlo sí consigue dar miedo.

Lo peor: Que ya no sea tan atemporal.