Sam Mendes dirige 1917, una película que se alzó con el Globo de Oro a mejor película y también a mejor director. No me cabe duda de que los Oscars darán a Sam Mendes lo que se merece tras su abrumadora exhibición con las cámaras, en ese plano secuencia que convierte la película en un acto tan real como emocionante. Las interpretaciones de los actores son del todo emocionales, y todo lo que sucede a su alrededor es tan vibrante como desgarrador. Todo está absolutamente calculado para que suceda, jugando con un plano-secuencia interminable con, eso sí, un guion que no es tan brillante como el conjunto.

En 1917, en la Primera Guerra Mundial, un grupo de soldados ingleses van directos hacia una trampa alemana. Persiguiéndolos, al pensar que está en retirada, el batallón inglés perderá a 1600 soldados si los dos soldados (George MacKay y Dean-Charles Chapman) no llegan a tiempo para entregar la carta con la contraorden de su general (Colin Firth). Esa carrera desesperada cuenta también con que en las filas de dicho batallón se encuentra uno de los hermanos de ambos (Richard Madden), con lo que la ansiedad y la tensión son superiores. Por supuesto, George MacKay y Dean-Charles Chapman sostienen la película con interpretaciones llenas de realidad y visceralidad, con la cámara moviéndose a su alrededor, haciendo que el espectador se abandone ante su terror y el mugriento mundo que los envuelve.

En definitiva, 1917 es una película que traspasa la pantalla y que, sobre todo, Sam Mendes la ha hecho obra de arte. Su manejo con las cámaras es abrumador, y hace sentir al espectador como si tuviera delante una batalla en tiempo real. Las interpretaciones son soberbias y en conjunto, aunque el guion ya nos suene, no podemos sino concluir en que es una película brillante que competirá por los mejores galardones en unos Oscars que se antojan muy competidos. Sam Mendes se lo llevará a mejor director, de eso sí que no cabe duda alguna. Ni se os ocurra perdérosla.