Narciso Ibáñez Serrador da una lección de macabrismo un poco irregular, falta de mayor constancia en lo inquietante y sobrada de material introductorio, contextualizador y demás chorradas.

Los dos personajes principales son peleles tontos a los que se pretende tratar como protagonistas dignos de ocupar el tiempo que ocupan con sus diálogos antinaturales y anticlimáticos.

Como material algo innecesario están también las imágenes documentales del principio, impactantes donde las haya, que parecen metidas con calzadorcillo y solamente útiles porque los momentos carentes de ritmo dejan espacio para entretenerse discurriendo moralmente sobre ellas y su relación con el resto de la película.

Porque está bien el intento del autor de "moralizar" su filme. Tanto, que me niego a reproducir aquí teorías interpretativas (que son muchas y como para romperse la cabeza), excluyendo la de que quizá sea un manifiesto pro-aborto poco delicado.

Es decir, que a falta de otras cosas, da para montar cábalas a raíz de interrogantes chungos, chungos. Cosa de mérito en esto del cine de terror.

Pero en contraposición a la falta de algunas cosas están las imágenes capaces de, con ayuda de una gran fotografía y una ídem banda sonora, convertir al menos turbable de los espectadores en el más turbado.