Las salas de cine se crearon para poder albergar películas como esta. Wonder Woman es una película de corte épico a todos los efectos. De las que erizan la piel y te presionan el corazón a base de adrenalina. Por fin, tenemos una “superheroína” con galones en el cine actual. Muy por encima de Lara Croft, Elektra, Catwoman o incluso la Viuda Negra. Ya es bien sabida mi debilidad por Superman, pero si fuese chica, ya sé quien me gustaría ser. Es más, estoy convencido de que el 99% de la población femenina si pudiese elegir ser alguien, sería esta Wonder Woman. Por lo que es, por quien es, por lo que puede llegar a hacer y por lo que inspira en los demás.
Esta cinta, que a priori nos presenta a la nueva Chica Maravilla, además nos envía en dosis notablemente feministas una alegoría sobre el significado de la guerra y de la naturaleza del ser humano ante su capacidad para hacer el bien y el mal al mismo tiempo. Todo ello enfrascado en un entorno a caballo entre el mundo fantástico y el mundo real. No obstante, el sentido trascendental que venía intentando lograr Warner Bros. con su universo DC se ve alterado en este metraje con un tinte más naif, irónico y pueril que nos hace recordar en ocasiones a esos años 80 con el Superman de Christopher Reeve, por ejemplo.
Una mujer cuya existencia le ha procurado un férreo sentido de la bondad y la justicia, se ve abocada a la necesidad de inmiscuirse en un mundo que no comprende y que recoloca sus ideales y sus percepciones de la realidad. De ese modo, aparece el amor, en su sentido más amplio, como llave para cambiar las cosas en un mundo deliberadamente convulso y beligerante.
Dicho todo lo cual, vaya por delante que mi nota para esta cinta parte del Universo DC comics-Warner y dirigida por la joven Patty Jenkins (Monster), no va a tener más de un 7.