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Estados Unidos Estados Unidos · 544 Camp Street. New Orleans
Voto de Jinete nocturno:
7
Aventuras. Acción Bond recibe la misión de desenmascarar a Max Zorin, un misterioso empresario, y aparente espía de la KGB, que amenaza con dominar el mundo por medio de sus revolucionarios microchips. Aliado a poderosas empresas de tecnología punta, su objetivo es destruir la falla de San Andrés, provocando un terremoto de irreversibles consecuencias. (FILMAFFINITY)
30 de agosto de 2012
7 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Debo reconocer que mi James Bond favorito es Roger Moore: el más elegante, el que mejor supo dotar al personaje de la imprescindible vis cómica y de su punto de ironía (sin los que se convierte en un vulgar matarife al servicio de su Majestad –léase aquí Daniel Craig-) y “british” como la madre que lo parió. Más sutil que un Sean Connery que peca a menudo de demasiado agresivo y de tomarse más en serio de lo debido el papel, y bastante mejor actor que su “discípulo” Brosnan, que trató de seguir sus huellas pero se quedó a medias, me parece el principal artífice del sabio giro que pegó la saga a mediados de los 70.

Y es que está claro que el público de los 70, bastante menos ingenuo y más resabiado que el de la década anterior, estaba ya poco dispuesto a tragarse según que gilipolleces. Y claro, como resulta que una de las “reglas” básicas de la saga Bond es, precisamente, la acumulación en “crescendo” de fantasmadas y chorradas argumentales, sólo había un camino: quitar hierro a las tramas (que, al fin y al cabo, eran ya infumables) e introducir elementos de comedia y autoparodia consciente con los que ganarse la complicidad del espectador. Línea que, con muy pocas excepciones, ha seguido la saga con mejor o peor acierto hasta el infame reboot del 2006. Al fin y al cabo, ¿hay algo más patético que una película de Bond hecha completamente en serio?

Pues bien, de todas las películas que protagonizó Moore, mi preferida es ésta. ¿La razón? Sencillo, tiene todo lo que le pido a una peli de Bond: una trama sin demasiados agujeros, malo carismático con plan maquiavélico para dominar el mundo, los chorra-inventos de Q, algún asesinato sádico de esos que dan color, coprotagonista de toma pan y moja y tías buenas a discreción, una buena colección de chistes malos –impagable el momento “Beach Boys”-, persecuciones pasadas de vueltas y apoteósico enfrentamiento final entre el “megamaloso” y James Bond en el lugar más inverosímil posible.

“Lo mismo de siempre”, estarás pensando. Pues sí, pero mejor: menos excesiva que la disparatada (y muy cachonda) "Octopussy" y bastante más fresca que "Sólo para tus ojos", por citar las dos precedentes.

Por un lado, debo reconocer que me encanta el plan de Zorin (nombre del cabrón de turno)*; uno de los más currados, verosímiles y retorcidos de la saga: propio de un verdadero genio maligno. Pero, sobre todo, lo que me “pone” es la presencia de Christopher Walken, un tipo que exuda carisma por cada poro de su cuerpo y que ha nacido para hacer el hijoputa en pantalla: sin duda, uno de los mejores villanos de toda la saga. Por si fuera poco, como compañera de fechorías, contamos con la exótica presencia de una Grace Jones nada tranquilizadora.

A esto, y nunca ha sido un asunto menor en las Bond, hay que añadir una estupenda banda sonora. Y no lo digo sólo por el mítico “Dance into the fire” y su toque ochentero: en conjunto, el trabajo de Barry es una maravilla (solo superado por el que él mismo compuso para “Al servicio secreto de su Majestad”).

En definitiva, una de las películas más disfrutables, equilibradas y coherentes de la saga. No comete ni por un instante el error tomarse a sí misma demasiado en serio, pero tampoco se permite caer en más chorradas de las necesarias y sabe mantener la intriga y el interés hasta el final.
Jinete nocturno
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