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Voto de Kyrios:
5
Drama Año 1827. Una fervorosa multitud llena las calles de Viena para rendir su último homenaje a un genio: Ludwig Van Beethoven. En su testamento el músico ha decidido legar todo lo que poseía a una mujer desconocida, su amor inmortal. Nadie sabe quién es. La única pista para descubrir su identidad es una carta. (FILMAFFINITY)
9 de marzo de 2013
5 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pese a que el título puede inducir a errores y hacernos creer que nos encontramos ante la enésima cinta realizada para el público pubescente, Amor inmortal se trata de una decente película que trata sobre la vida de uno de los compositores más grandes de la música, el divino, Ludwig Van Bethoveen.

Aún así el título tiene un acierto. De hecho es el tema principal de la película y el que se desarrolla con mayor eficacia a lo largo de esta. La exploración del amor para el artista romántico. La película se inicia con el funeral del compositor, y durante el metraje vemos la historia (ficticia) de un amigo suyo que buscará la supuesta amante del músico al cual ha dejado por sorpresa toda su herencia…

Así pues, mediante diversos flashbacks que proyectarán las diversas mujeres sobre la vida del músico de Bonn, se cimenta la película, derivando hacia una corriente más Biopic de lo que nos pueda parecer en los primeros compases de la película (que pueden descolocar al espectador en un principio) y recreando la vida de Bethoveen.

El amor romántico, generalizando, es algo más de lo que coloquialmente ha trascendido entre nuestras expresiones cotidianas. Para el artista romántico, la mujer no se aceptaba en su dimensión humana, sino que se apreciaban sus cualidades místicas y supraterrenales (de hecho, cuando el artista romántico entraba en consciencia de la dimensión real se llevaba una decepción). La mujer es una fuente de inspiración, de la que se sirve el artista para elaborar su obra, una musa que ayuda a la creatividad. En la mayoría de casos la mujer es un ente inalcanzable para él y la verdadera meta nunca es alcanzar el amor terrenal, valga la idea del poeta Dante (recuperado durante la época, por muchos románticos) que descendió a los infiernos para conseguir el amor de su amada Beatriz.

La película sabe captar este tema correctamente. La búsqueda de la mujer resulta infructuosa durante gran parte del metraje, porque realmente esa mujer no existe. Se le perdona el último giro de guión final, porque se deduce que estaba en juego la jugada comercial de la película, pero se puede (y debe) obviar fácilmente. Por eso es tan necesaria la intepretación de Gary Oldman. Evidentemente que sobreactúa, pero se imaginan a un Beethoveen que no lo haga? Sería ir a contracorriente de la figura y de lo que entendemos de ella, una traición, por eso la intepretación de Oldman está totalmente justificada.

De todas maneras, la vertiente más biográfica de la película no funciona. Todo suena a demasiado visto y realmente hay pocos momentos de inspiración (aquí hay que citar el maravilloso momento en que se creen que el músico está acabado y Bethoveen saca a relucir su preciosa composición, popularmente conocida como claro de Luna). El intento de adoctrinar a Karl, su sobrino, es otro de los pocos aciertos de la trama, que en el resto de la obra se pierde por culpa de una narración fragmentada que intenta acapararlo todo (vida, obra y muerte) cuando es algo menos que imposible.

Y de la música, pues que decir. Si se hace una película sobre Beethoven, y evidentemente se utiliza su música, es imposible no emocionar al espectador. Así pues la película lo consigue en muchos momentos (como el ya citado del Claro de Luna). También es cierto que en otros abusa de la utilización de la música, intentando generar de ella un hilo narrativo (como sucede con la séptima sinfonía, que se repite en más de una secuencia), y esto no acaba de cuajar en la película.

Sale dignificada la música? Hombre, pues en algunos momentos sí., como en aquella magnífica visión romántica (y es que el film evidentemente está plagada de ellas) sobre la novena sinfonía, en la que el artista une el microcosmos con el macrocosmos en una estética y cuidada imagen en la que se funde con el universo. En otras ocasiones se banaliza un poco más el tema.

En definitiva, le gana a Copying Beethoveen, aunque no por goleada. Y aún seguimos esperando el film definitivo sobre el creador de la oda a la alegría, ese canto monumental sobre la hermandad, que no estaría de más recordarla estos días.

http://neokunst.wordpress.com/2013/03/09/cine-y-el-arte-amor-inmortal-beethoveen/
Kyrios
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