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Voto de Kyrios:
6
Drama. Terror Platon Andreyevich es un decorador y creador de maniquíes que sueña con crear una obra perfecta e incorruptible que ni siquiera Dios pudiera modificar. Es contratado para crear un maniquí para una tienda de joyas, y de modelo ocupa a una joven en la etapa terminal de la tuberculosis. Años más tarde es contratado por un rico comerciante para decorar su hogar, la esposa del comerciante es la joven modelo que ocupo años atrás, quién por su ... [+]
30 de agosto de 2018
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No es de extrañar que Gospodin Oformitel (Señor Diseñador, 1988) fuera una de las películas favoritas del cantante de Post-Punk soviético, Viktor Tsoi. Le va como al anillo al dedo. Estamos en un punto de eclosión máximo, donde la URSS se hace pedazos a cada nuevo día, y a pesar de que económicamente la situación es una catástrofe, culturalmente y dentro del mundo del arte (tanto en la música como en las artes visuales) se permite una libertad novedosa. La música de Tsoi, con su grupo Kino, se instala en un Rock ingenuo y naive, con un potencial contracultural tremendo. La provocación también era una de las señas de Tsoi. Por eso es normal que le gustara la película del director debutante, Oleg Tepsov. En realidad la película es un remake de un proyecto final de carrera realizado por el propio Tepsov. Para más curiosidad, en aquel año, Tsoi había realizado el papel principal de una película, Igla (The Needle, 1988) y ambas películas pudieron verse en el mismo festival, el “Solotoi Dyuk”[1] (El Dyuk dorado, festival celebrado en tiempos de la Unión soviética en la ciudad de Odessa).

¿Guión? La película está basada ligeramente en el cuento de Aleksander Grin, titulada “Automóvil gris”. La película, como hija de su tiempo, presenta un argumento extraño, difícil de entender al cien por cien de un solo visionado. Viktor Avilov interpreta a un artista ruso que vive a inicios del siglo XX, y que tiene bastante éxito. Es contratado para diseñar el maniquí sobre el que se decorará un brazalete de una preciada joyería. Para este maniquí, recurrirá a una bella joven, que se encuentra enferma. Después de este primer capítulo, nos encontramos con que la película hace un salto de tiempo, para llegar a la Rusia prerrevolucionaria. Nuestro artista es ahora un adicto a la droga, que apenas tiene encargos. Sin embargo, un día recibe uno: Un burgués pretende decorar su nueva mansión. En un primer momento nuestro artista, rehúsa, pero aceptará la oferta cuando se encuentre con la esposa del burgués, que le recordará a la modelo anteriormente citada, algo que parece imposible, puesto que ella supuestamente murió. Como vemos, el argumento de la película resulta rupturista, si lo comparamos con el cine clásico soviético. La búsqueda del artista por su obsesión está retratada de una manera tan enfermiza que resulta normal entender el revuelo que causó en su momento el filme.

El estilo “Arty” se puede ver a lo largo de toda le película y se enlaza con lo comentado anteriormente, que nos encontramos con una película fin de proyecto, es decir, con las pretensiones de un realizador joven que pretende hacerse notar. El director incrusta en numerosos momentos fotogramas de cuadros famosos, la mayoría de artistas del Siglo XIX y XX, como Odilon Relon (1840-1916), Franz Von Stuck (1863-1928) o Max Klinger (1857-1920) entre otros. Son artistas que estilísticamente si están bien escogidos, puesto que pertenecen al movimiento simbolista y decadente, y al fin y al cabo, El Señor Diseñador no deja de ser una película que está totalmente influenciada por esta estética (e incluso temática, como es la conexión del artista con la propia fragilidad de la vida, así como con la decadencia de la carne). De hecho, en más de una ocasión el espectador tiene la sensación de estar viendo uno de estos cuadros/pesadillas de estos pintores, hechos película. La obra de Tepsov es una de aquellas películas que optan por la atmósfera antes que por un desarrollo lineal del argumento. La película, recurre a recursos que inevitablemente nos demuestran que las reglas del cine soviético más clásico se habían roto, como la secuencia inicial, donde vemos a unas manos de mujer colocando un disco de vinilo, en una secuencia tétrica que en realidad no tiene ninguna relación con la historia, o el momento en que nuestro protagonista se encuentra con la modelo en la casa, escena que está rodada en un lenguaje que pretende mostrarnos el surrealismo inherente a los delirios del artista.


Viktor Avilov debuta en el cine con esta película, interpretando al protagonista principal, como artista decadente. Hasta entonces Avilov sólo había trabajado en el mundo del teatro, y este supuso su debut cinematográfico. Lo cierto es que Avilov es una de las bazas de la película. Su actuación es realmente brillante, y parece que el propio físico del actor acompaña a la creación de este personaje, totalmente obsesivo y emparanoiado. Un actor que debutó aquí, pero que seguiría en el cine con más o menos éxito, pero siempre ligado al culto.

En definitiva, una obra que resulta imprescindible para los amantes del cine soviético o ruso, para aquellos que se atreven a explorar lo inexplorado, pero teniendo en cuenta que han de ir preparados, porque el filme no es una película que pueda verse con facilidad. La película deja algunas secuencias para el recuerdo, como por ejemplo la partida de Póker entre nuestro protagonista y el burgués. Quizá en líneas generales nos damos cuenta de que la película puede tener algunos problemas, pero el potencial se vislumbra en muchas de estas escenas.



[1] ANTON, Chernin, Nasha Musica: Polnaia historia ruskovo roka, rasckassanaia im sami, Ed. Palmira, San Petersburgo 2017, p.208
Kyrios
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