Si hay algo particular que defina el cine de Martin Scorsese es la capacidad que tiene para contar historias, da igual lo que le llegue a las manos, le da ese toque tan personal que lo convierte en una delicia.

Con Los asesinos de la luna, el veterano director mete el dedo en la llaga en una de las partes más oscuras de la historia de E.E.U.U. , la época en la cual en una zona determinada y enfocada en una raza especial, se puso de moda eliminarlos para quedarse con uno de los mayores tesoros que da la tierra...el petróleo.

Al director neoyorkino le gusta cocinar sus películas a fuego lento, jamás tiene prisas para contar lo que quiere, de ahí lo extensa de la cinta, se va a casi tres horas y media de metraje. Desde luego que entenderé a esa gente que no soportan películas que vayan más allá de las dos horas y que no tengan mucha acción, si es así, no paren en ésta casilla, toquen en la siguiente.

Para disfrutar de ésta triste pero a la vez bella historia, tenemos que quitarnos el reloj, apartar el móvil y ser pacientes. Pacientes porque poco a poco iremos entendiendo el panorama extraño que había en Oklahoma, concretamente en la tribu de los Osage, quienes fueron bendecidos con una tierras sobrantes del conocido oro negro. Motivo por el cual el hombre blanco comienza a ver a un pueblo que antes eran unos pobres diablos cubiertos con trozos de tela, a verlos pasearse por el pueblo con ropas y vehículos de lujo. Esto conlleva a una serie de asesinatos mucho más que sospechosos, que despierta el interés del FBI dirigida por un J. Edgar Hoover de 29 años.

Entre medias conoceremos las subtramas de la vida de un recién llegado de la segunda guerra mundial, Ernest que influenciado por su tío, William Hale (quien lleva una doble vida a ojos de los indios) comenzará a hacer una series de encargos que no le proporcionarán sino problemas futuros, con la ley y con su futura esposa.

La película tiene unas escenas espectaculares, los planos de cámara son muy significativos, Scorsese sabe cuando abrirlos para mostrar la grandeza de las tierras o la magnitud del poder económico de los Osage y también sabe cerrar un plano cuando se aproxima la muerte de algún personaje.

Las imágenes aéreas son una auténtica maravilla y más si las disfrutas en pantalla gigante. El reparto es una delicia, reunir a tanta estrella es complicado, es cierto que algunos tienen un papel muy corto, como podrían ser Brendan Fraser o John Litgow y personalmente habría preferido muchos más minutos para el cada vez más grande Jesse Plemons.

Siempre es sido muy seguidor de Leonardo DiCaprio, infravalorado actor por su belleza, al estilo del Brad Pitt. Aquí demuestra una vez más que lo pueden llevar a la pantalla afeando sus facciones o rostro para restar parte de su belleza natural y aún así sigue floreciendo por encima del resto. Su química con Lily Gladstone es una de los grandes aciertos de la historia. Los dos están magníficos.

Por cierto, qué bonito la reconstrucción de parte de la historia en el teatro, como se contaban las novelas antes por la radio. A algunos le traerán grandes recuerdos.

Lo dicho, el mago lo ha vuelto a hacer, pasen y disfruten.