Posiblemente Sherlock Holmes es mi personaje literario favorito. No exagero si digo que me he leído más del 98% de lo escrito sobre este personaje nacido de la pluma de Sir Arthur Conan Doyle.

Un personaje "casi siempre" unido a su Sancho Panza, el queridísimo Watson y cuyas hazañas recogía este último en unos escritos. Holmes es un hombre increíble, que destaca en muchas facetas, su porte caballeresco, su belleza, su inteligencia y en especial su poder de deducción a base de su análisis y conocimientos varios, toca instrumentos musicales muy bien, hace deporte, destaca en el boxeo y la esgrima y me cansaría de sacar cosas positivas sobre este magnífico personaje.

Pero Bill Condon no nos muestra a ese personaje, no, ni mucho menos, nos trae a un Holmes retirado hace muchos años de su vida de investigador, alejado de Watson que se casó y decidió dejar ese mundo, con 93 años a cuesta, entrando en la fase senil y preocupado únicamente de sus flores y sus abejas. Condon humaniza al héroe, nos muestra las debilidades del personaje y nos enseña sus puntos débiles y no por ello vamos a cambiar nuestras ideas sobre el mejor detective novelesco de todos los tiempos.

Ian McKellen tiene gran culpa de que esta película me haya encantado, porque me creo al personaje y las situaciones que vive, con un último caso que se quedó sin resolver y cuyo nuevo ayudante, el joven chaval hijo de su sirvienta, le ayudará a volver a conectar sus magníficas cualidades y privilegios "congelados" hace mucho.

Pasen y disfruten y no comparen, ni se les ocurra, porque Este también es Holmes carajo.