El cinefotógrafo y realizador, sobre todo de series, Michael Goi, regresa al largometraje y al cine de terror con una historia ambientada en un barco en altamar, una historia sobrenatural que nunca consigue cuajar.

El capitán David (Gary Oldman), busca hacerse de su propio barco para así tratar de mejorar la economía familiar, así compra uno de nombre “Mary” que no se ve en tan buenas condiciones pero que con una manita de gato podría funcionar.

Pese a la negativa de su esposa Sarah (Emily Mortimer), y con la ayuda de su amigo, conocedor del tema (Manuel García-Rulfo), lo compran y junto a su familia se embarcan a la aventura, con sus dos hijas, la menor llamada igual que el barco, además del novio de la mayor, lo que no saben, es que la embarcación está poseída por un ente sobrenatural.

Si la premisa de la película es difícil de asimilar, esto se complica más ante un trompicado desarrollo de una historia que es narrada con cierto desgano y a puro golpe de efecto y con la esperada vuelta de tuerca cerca del final, y si alguna duda le queda al espectador, durante los créditos finales se puede ver una clara explicación de la historia.

Una película fallida, carente de tensión y que tiene en las correctas actuaciones de sus intérpretes lo único rescatable.

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