Con una sólida trayectoria detrás, el prestigiado dramaturgo Israel Horovitz adapta una de sus más famosas obras y el mismo la lleva a la pantalla grande.

Mathias (Kevin Kline) llega a París a cobrar la herencia dejada por su padre, un viejo departamento que es su única solución para su comprometida situación económica, solo que al llegar al inmueble lo encontrará habitado.

En el departamento vive una vieja mujer (Maggie Smith) quien le pone al tanto de la situación legal que la ampara a vivir en el departamento hasta el día de su muerte gracias a un acuerdo firmado por el padre de Mathias, por lo que él deberá convivir con ella y su hija (Kristin Scott Thomas), al tiempo que irá descubriendo un pasado que reabrirá viejas heridas.

El debut de Horovitz en la dirección cinematográfica es un compendio de clichés de diversas situaciones que van desde la comedia geriátrica pasando por todos los chistes conocidos a partir de las diferencias culturales entre neoyorquinos y parisinos y sus diferencias a partir del idioma.

La comedia reinante durante la primera hora de metraje se vuelve funcional y sobre todo disfrutable gracias al buen oficio de Kline, Smith y Scott Thomas, y cuando el relato se mueve en su parte final hacia el drama, éste resulta soportable gracias a la solidez del texto en el que se basa.

Sin ofrecer sorpresas ni llegar a ser una gran película, el debut del dramaturgo Horovitz es una película que respeta su manual a rajatabla y funciona, soportada por un elenco eficaz y un texto que sabe evitar los golpes bajos.

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