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Mi casa en París

Comedia. Drama. Romance Mathias (Kevin Kline), un neoyorkino que necesita dinero, viaja a París para vender el lujoso apartamento que acaba de heredar de su padre, con quien no tenía ningún contacto. Al llegar allí descubre que una señora mayor, Mathilde, vive allí con su hija. No tarda en enterarse de que, según la ley francesa, no podrá hacerse con el piso hasta que Mathilde fallezca. (FILMAFFINITY)
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Críticas 27
Críticas ordenadas por utilidad
17 de febrero de 2015
14 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Excelente película debida a la batuta y el guión de Israel Horovitz (que ya recibió un premio al mejor guión por la película húngara "Sunshine" en 1999, que cuenta con interpretaciones notables del trío protagonista, una genial Maggie Smith, Kristin Scott Thomas (para mí en su mejor película) y un histriónico Kelvin Klein que, pese a los disparatado e incómodo de su papel, logra momentos de gran emoción. Basada en una obra teatral que creo pertenece al citado director y guionista, logra en su adaptación cinematográfica jugar la baza de la imagen en secuencias rodadas por las calles de París (algunas tan significativas como el dúo operístico --la célebre aria de "cogeré tu mano" del "Don Juan" de Mozart--) con las secuencias dominantes de las interrelaciones entre los tres personajes: la anciana dama que vive con su hija madura en un palacete del centro de París y el borrachudo e irónico norteamericano de media edad que viene a tomar posesión del caserón, propiedad de su padre fallecido. El caserón está sometido a un usufructo condicionado y debe esperar a que la inquilina, la anciana, fallezca para poder venderlo. Allí descubrirá que en realidad se trata de la amante de su padre en el pasado y de una historia que descubre los --muy-- dramáticos hechos que conciernen a todos los miembros de dos familias desequilibradas por un amor juvenil que ha cumplido el medio siglo.


Un guión un poco excesivo pero indudablemente inteligente, con diálogos de una dureza irónica y un salvaje humor que tiene al espectador siempre atento e interesado. La presencia ocasional de Dominique Pinon, el característico actor francés de rostro inenarrable, le da un toque exótico de humor surrealista al filme. Lo que se juega entre los tres personajes tiene enjundia y profundidad., más de la que aparece en pantalla con la vestimenta de comedia costumbrista entreverada de drama familiar. Lo dicho, magnífica.
alberto
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4 de agosto de 2015
14 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Definitivamente: Caminar por París es la clave para ser feliz. Me lo preguntaba a propósito de Una dama en París y Mi casa en París me lo ha confirmado. Un día de estos cogeré un avión con destino a la ciudad del amor y empezaré a abordar a viejecitas. Y si veo otra película más con París en el título y adorables ancianas de protagonistas esto hasta se puede convertir en algún tipo de parafilia.

Está claro: París, París, París. Como el chotis. Lástima que en Madrid no tengamos un río como Dios manda, sólo un aprendiz sin potencial. Iríamos por la calle dando saltos de alegría y hasta nos crecería más el ombligo.

Mi casa en París no divaga tanto como yo, pero hay un momento en el que te preguntas qué ha pasado de repente. La película parecía una comedia amable, con bajas dosis de drama, muy escasas en realidad, hasta que de repente todo se vuelve del revés. En un principio resulta entrañable como Maggie Smith y tiene carisma como Kevin Kline, pero entonces vemos la cara de Kristin Scott Thomas por primera vez y todo es trágico de golpe. Y en general esta distribución se mantiene, los géneros se van sucediendo casi siempre en función de cada presencia. Kline es el protagonista, claro, por lo que es partícipe de cada cambio. Él les da soltura y naturalidad. La verdad es que cae bien, el hombre, y eso es un extra para el film, un poco de aire fresco.

Lo interesante, en cualquier caso, de su argumento y desarrollo, es que, aun dándole importancia a las hostilidades y golpes que plantea la vida a sus protagonistas, siempre se muestra como una cinta vitalista y que en cierto modo lo que pretende es rebajar el tono dramático de la misma y lanzar el mensaje de que es mejor vivir por haber vivido. Lo insulso, como contrapartida, es que tenga siempre tanta importancia el amor en el cine, aunque es cierto que en Mi casa en París es clave para la toma de decisiones. Hay que jorobarse con el amor, señor Horovitz (director, guionista, autor de la obra de teatro y padre de la principal productora de My Old Lady, título original de Mi casa en París).

Israel Horovitz, el director, se toma su tiempo, como buen anciano. Se nota que sabe a quién tiene en sus manos, y aquí les ha dejado explayarse entre largas tomas, a sabiendas del buen hacer de sus actores, a los que se acerca siempre en sus momentos más dramáticos. Pero también hay momentos para otros rostros conocidos de la cinematografía francesa en Mi casa en París, que rellenan la cinta con esporádicas intervenciones que pretenden dar a conocer mejor las personalidades de los protagonistas. Destaca en este sentido Dominique Pinon como el agente inmobiliario que informará al personaje de Kline sobre los precios de las propiedades y sobre cómo funcionan las herencias en nuestro vecino país; también el belga Stéphane De Groodt, a quien vimos hace poco en la comedia No molestar, de Patrice Leconte. Considerando el hecho de que estamos ante una película de bajo presupuesto, no está nada mal el casting, la verdad.

En resumidas cuentas, Mi casa en París es un producto más sobre París, ese lugar tan caro, sí, pero encantador hasta cuando te roban (al parecer). Un conciso largometraje de agradables pretensiones y con unos actores que invitan al espectador a dejarse llevar por sus paseos, sus diálogos y sus revelaciones.
Fendor
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10 de agosto de 2015
12 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Grandes interpretaciones, diálogos profundos y algún toque de comedia, totalmente de acuerdo con lo que dicen las reseñas que he leído hasta ahora, pero bajo ningún concepto esta es una comedia.

Es un drama con algún toque de comedia, e incluso con momentos optimistas, pero en líneas generales, un auténtico dramón.

Así que quien quiera ver una película inteligente y muy bien interpretada, pero decididamente triste, perfecto, pero el que busque sentirse mejor, o pasar un rato agradable, o algo ameno y ligero para desconectar, vaya ningún concepto esta es su película.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
DiViDi
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21 de septiembre de 2015
15 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los estupendos actores no pueden sobreponerse al apestoso guion. Lastima, porque el argumento daba para mas y en el afán de sacarle partido llega a ser tediosa. Ver spoiler.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
ChusCo
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16 de agosto de 2015
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
El amor hace bien/el amor hace daño, tan hermoso como apenado, buenaventura cuando tú decides/desdicha cuando eres títere en manos de padres irresponsables.
Israel Horovitz, tanto en su novela impresa como en su obra gráfica, transita por la comedia, el drama y romance con gracia y sutileza, arte y talento, armonía de un compás lento, austero, frío y seco que se aspira ¡sorpresa! con energía cálida, en aumento progresivo, dado su esmero para sacar la mejor puntilla en cada género, ya sea agudo humor, ceniza de lágrima o hechizo de enamoramiento; delicadeza y tacto para un tortuoso juego que no tiene miramientos ni lástima por sus víctimas, inquisitiva incisión en la vida de tres personajes unidos en maldito triángulo por un cuarto desaparecido -cuyos restos llegan a quinto y sexto perjudicado- a quien, por desgracia, sólo se puede odiar en la distancia, con esa inquieta herida, que nunca encuentra desahogo ni arreglo, únicamente tormento propio de una vida destruida por no saber encarar cómo vivir con uno mismo y la herencia recibida.
Porque somos crianza, pasado no elegido pero padecido, niñez y adolescencia que llegan a la edad adulta con los restos de ese inevitable naufragio, para bien o para mal, equipaje no solicitado de huella marcada e inborrable que determina nuestro andar, postura y decisiones del día a día.
Dos personas se amaron intensamente/cuatro sufrieron desgarradoramente las consecuencias de ello, egoísmo de amantes devotos/rabia y desdén de quien sabe, observa y calla, más ignorancia de quien padece con angustia y sin conocimiento, penuria silenciosa de nacimiento que marca destino y huella, tarde o temprano reconvertido en bomba mortífera sin vuelta atrás, sin posibilidad de arreglar lo pertrechado, sólo disponer, de nuevo, las viejas cartas para que los jugadores decidan el presente riesgo, pues la suprema y dañina verdad ha sido descubierta, conjunción de todas sus versiones y formatos para conformar el nuevo tapete sobre el que apostar la siguiente mano.
Demolición inesperada de quien no espera esa esclarecedora, devastadora y cruel sinceridad abierta pero que oye, con dolor y lloro, la situación dada que tanto daño causó en su persona, aceptar o terminar, reponerse o hundirse, mirarse al espejo y ver el reflejo honesto y franco de quien hay, da igual culpables o inocentes, sin indemnización ni ganancia, únicamente ser y estar, mirar hacia delante.
"La precisión es la clave para una larga vida, la precisión y el vino", y si algo se aprecia con sentimiento y habilidad es la exactitud de los hechos, de los personajes y situación -más un exacto conocimiento de vinos, ¡claro está!-, dejarse de acomodadas mentiras al gusto de la apetencia de uno y lanzarse a la corrección auténtica de lo dicho y realizado, una triste e histérica historia de desvaríos y libertinaje que adquieren veracidad para alegrar la velada, al tiempo que apesadumbra y emociona, sentidas e intensas interpretaciones que con moderación y pausa componen un mosaico sensible, atento, eficaz y doliente sobre las relaciones parentales y los tejidos que de ella se desprenden.
Kristin Scott Thomas, siempre penetrante y magnífica, a quien da réplica un expuesto Kevin Kline, que le sigue, a nivel soberbio y esmerado, en su compás y ritmo, pareja redondeada por una tenue Maggie Smith que hace de la sabiduría de la vejez un torpedo de inconveniencias y reproches difíciles de asimilar, un espléndido trio para un catastrófico debate, vivaz y firme, sobre la carga pesada heredada de los progenitores y como soltar al niño adulto que no puede con ella.
Sobriedad con estilo, carácter a cuentagotas sin retroceso, entidad repartida por tramos para una cuesta que promociona tu sonrisa, provoca tu lástima y entabla contacto con tu corazón y alma, sin excesos ni figuras inconvenientes de relleno, de paso ligero a carrera acelerada adquiere velocidad, don y maestría gracias a ese eficiente guión que sigue la estela de su familia en letra; mismo escritor, director y guionista, ¡quién mejor que él para conducir y plasmar su propia criatura!, darle ese apoyo seguro en su paso de las tablas del escenario a la perpetuidad del celuloide, cordial y humana se saborea por sus actores, por moverse por diferentes aspectos con destreza, y por resultar amena en su reconciliación de la acidez cómica y la resaca ebria, risa leve, sollozo tenso y arreglo comedido para finalizar la fábula, pues el relax siempre sobreviene después de la tormenta.
Acapara tu atención sin esfuerzo, mantiene tu interés sin arrogancia, asimilas sus vidas e inoportuna confesión con la curiosidad de esa fotografía que lo revela todo sin necesidad de palabras, tragedia que se ríe en sus inicios para coger impulso, volumen y llegar a densidad dramática que, aunque no es la griega, si es sagaz e intuitiva.
Desfila por sus tramos con alegría o seriedad, según toque, y recoge el fruto encantador de su mezcolanza, deja grato recuerdo de sensibilidad placentera.
Mi casa en París y su "old lady" están llenas de sorpresas y estupor, nunca reveladas aunque conocidas a grito, un encaje de piezas donde, simplemente, escucha, procesa y concluye, su dedicación vale la pena, satisface con discreción, confort y diligencia.

lulupalomitasrojas.blogspot.com.es
lourdes lulu lou
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