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5
5,5
13.950
Fantástico. Romance. Infantil
Cuenta las andanzas de la Ella (Lily James), una joven cuyo padre, un comerciante, vuelve a casarse tras enviudar. Para agradar a su padre, acoge con cariño a su madrastra (Cate Blanchett) y a sus hijas (Holliday Grainger y Sophie McShera) en la casa familiar. Pero, cuando su padre muere inesperadamente, la joven queda a merced de unas mujeres celosas y malvadas que la convierten en sirvienta y la relegan a la cocina. Pero, a pesar de ... [+]
16 de julio de 2016
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cenicienta estuvo nominada en 2015 al Oscar a mejor vestuario, por lo que me gustaría hacer especial hincapié en los ropajes de algunos de los personajes.
Vestuario
1. Comencemos por el príncipe marcando el cinderelo en todo su oprimido esplendor
Es un traje lleno de clase y elegancia; un triunfo del buen gusto y de la distinción. Ajustado, como debe ser. Todo buen experto en la realeza sabe que no hay nada mejor que hacerse un Eros Ramazzotti (en la portada del álbum Perfetto), pero lleno de rectitud, para obtener el beneplácito de la plebe y ofrecerle así todos tus respetos.
Es un príncipe muy majo y, al contrario que en la versión de animación, es la mente que organiza el baile, llegando a invitar en un mismo lugar a lo mejor y lo peor de cada casa, desde nobleza a bajeza. Todos tendrán la oportunidad de rozarse con él. ¿No es bonito?
2. El padre de Cenicienta y su buen ojo para las personas
Es el verdadero culpable de todos los males de su hija, aunque sea muy bueno y la haga muy feliz de niña. Lo más destacable, por encima de sus trajes impolutos, es su peinado y rostro a juego. Se le podría definir como la mezcla imperfecta de Antonio Banderas y Pipi Estrada, con lo mejor y lo peor de cada uno. En esta versión papá le pide permiso a su hija para casarse con la malvada madrastra, una vez que la madre muere.
3. Las hermanastras feas de Cenicienta (pero feas de tele)
Estaría mal reírse de un vestuario que ha sido hecho a propósito para dejar mal a Agatha Ruiz de la Prada y a las pobres hermanastras de La Ceni (el determinante que aparece en el título de la versión de 1950 puede que le haga más justicia, en base a sus fans adultos). Por eso voy a hacer un alegato a su favor. Porque, a ver: ¿dónde está lo bonito y lo romántico del príncipe al buscar a su princesa o al enamorarse de la Cenicienta? Qué menos que ponérselo difícil, ¿no, señor Perrault? Vale que en la versión no animada han escogido a actrices ‘feas de tele’ a propósito, pero aun así eso no hace más que facilitar la decisión del zapatero. Si pensamos en ello un poco, nos daremos cuenta de que los únicos que sabemos lo poco que valen como personas somos nosotros, los espectadores, mientras que él se basa sólo en una conversación nocturna y en las dotes de baile de la susodicha Cenicienta. Y todos sabemos cómo son estas noches de fiesta y bailes con cualquier desconocido. Luego ella va tan ciega que se olvida hasta el zapato, y él estaba tan borracho que no sería capaz ni de reconocerla por la cara. Por eso este maltrato a la figura de las malas es algo que llama la atención de cualquiera; porque si lo piensas, el guion (y el cuento) las deja en mal lugar en todos los ámbitos posibles, como si ninguna hubiera aprendido nada bueno de la madre (que al menos es lista). Nada las salva de ser insoportables. Qué menos que tener una virtud, aunque sea sólo una. ¿Acaso su risa de ratitas no es también hermosa? Pobre Holliday Grainger.
4. La madrastra guapa, pero malvada y con oscuclaras intenciones
La edad no perdona a nadie, salvo a Cate, pero arruinarse no te hace mejor persona (de hecho, es su segunda viudedad y hay quien empieza a sospechar). Cate está espléndida hasta vestida con una bata de piel de leopardo o con vestidos cupcake. Parece más que claro que esta cinta se hizo para ella. Su personaje hace muchos gestos con las manos, muecas con su rostro y se ríe con una voz tan varonil como la de un camionero sexy (viendo y oyendo a las hijas, uno se pregunta cómo sería el padre). Es tan elegante que en el fondo no es ni mala.
5. Cenicienta
Cinderella Begins. Su nombre real es Ella y sólo tiene 19 años, pero acumula tanta paciencia que aguanta hasta el nombre que le ponen sus queridas hermanastras (que se llaman Drizella y Anastasia... no te vayas a creer), hasta el punto de girarse si la llaman por su apodo (puesto así porque un día tuvo la cara manchada de tanto limpiar sus trapos sucios). Destaca por su aspecto cuidado aunque desaliñado, como una arrocera italiana en pleno Neorrealismo, pero también por su carácter de ilimitada buena persona, que se debe, en gran parte, a que su madre, antes de fallecer, le leía cuentos para dormir y le dijo que fuera generosa y siempre tuviera valor (y eso se traduce en ser la chacha de buen grado y aceptar ser maltratada).
Es tan generosa (y sus hermanas tienen tanta ropa), que les deja su cuarto y se va a dormir al desván. Cuando tenga silicosis dejará de ser tan generosa, piensa algún espectador, pero no, porque entre la madera roída y el vacío inhóspito también hay ratas, que son buenas, como también lo son los lagartos. Ah, y como en la casa donde viven no hay mucho dinero, sólo come las sobras, y si sobran. Es tan generosa (¿?) que le rajan el vestido de su madre y no pasa nada, porque es muy buena gente (...qué pensaría su madre si lo viera).
6. Hada madrina
Tiene una varita pero ella misma no se puede hacer nada de comer, así que se lo pide a Cenicienta (como esa gente que dice "no" a algo que le pides sólo para comprobar tu reacción y entonces decir "sí"), y como ésta le da un poco, se lo agradece con un poco de magia: convierte una calabaza del invernadero en carroza, arregla el vestido que le habían roto (aunque lo cambia de color y entramos en la paradoja de Teseo), y le dice eso de las 00:00 (que no vean que es pordiosera y se desmayen).
Vestuario
1. Comencemos por el príncipe marcando el cinderelo en todo su oprimido esplendor
Es un traje lleno de clase y elegancia; un triunfo del buen gusto y de la distinción. Ajustado, como debe ser. Todo buen experto en la realeza sabe que no hay nada mejor que hacerse un Eros Ramazzotti (en la portada del álbum Perfetto), pero lleno de rectitud, para obtener el beneplácito de la plebe y ofrecerle así todos tus respetos.
Es un príncipe muy majo y, al contrario que en la versión de animación, es la mente que organiza el baile, llegando a invitar en un mismo lugar a lo mejor y lo peor de cada casa, desde nobleza a bajeza. Todos tendrán la oportunidad de rozarse con él. ¿No es bonito?
2. El padre de Cenicienta y su buen ojo para las personas
Es el verdadero culpable de todos los males de su hija, aunque sea muy bueno y la haga muy feliz de niña. Lo más destacable, por encima de sus trajes impolutos, es su peinado y rostro a juego. Se le podría definir como la mezcla imperfecta de Antonio Banderas y Pipi Estrada, con lo mejor y lo peor de cada uno. En esta versión papá le pide permiso a su hija para casarse con la malvada madrastra, una vez que la madre muere.
3. Las hermanastras feas de Cenicienta (pero feas de tele)
Estaría mal reírse de un vestuario que ha sido hecho a propósito para dejar mal a Agatha Ruiz de la Prada y a las pobres hermanastras de La Ceni (el determinante que aparece en el título de la versión de 1950 puede que le haga más justicia, en base a sus fans adultos). Por eso voy a hacer un alegato a su favor. Porque, a ver: ¿dónde está lo bonito y lo romántico del príncipe al buscar a su princesa o al enamorarse de la Cenicienta? Qué menos que ponérselo difícil, ¿no, señor Perrault? Vale que en la versión no animada han escogido a actrices ‘feas de tele’ a propósito, pero aun así eso no hace más que facilitar la decisión del zapatero. Si pensamos en ello un poco, nos daremos cuenta de que los únicos que sabemos lo poco que valen como personas somos nosotros, los espectadores, mientras que él se basa sólo en una conversación nocturna y en las dotes de baile de la susodicha Cenicienta. Y todos sabemos cómo son estas noches de fiesta y bailes con cualquier desconocido. Luego ella va tan ciega que se olvida hasta el zapato, y él estaba tan borracho que no sería capaz ni de reconocerla por la cara. Por eso este maltrato a la figura de las malas es algo que llama la atención de cualquiera; porque si lo piensas, el guion (y el cuento) las deja en mal lugar en todos los ámbitos posibles, como si ninguna hubiera aprendido nada bueno de la madre (que al menos es lista). Nada las salva de ser insoportables. Qué menos que tener una virtud, aunque sea sólo una. ¿Acaso su risa de ratitas no es también hermosa? Pobre Holliday Grainger.
4. La madrastra guapa, pero malvada y con oscuclaras intenciones
La edad no perdona a nadie, salvo a Cate, pero arruinarse no te hace mejor persona (de hecho, es su segunda viudedad y hay quien empieza a sospechar). Cate está espléndida hasta vestida con una bata de piel de leopardo o con vestidos cupcake. Parece más que claro que esta cinta se hizo para ella. Su personaje hace muchos gestos con las manos, muecas con su rostro y se ríe con una voz tan varonil como la de un camionero sexy (viendo y oyendo a las hijas, uno se pregunta cómo sería el padre). Es tan elegante que en el fondo no es ni mala.
5. Cenicienta
Cinderella Begins. Su nombre real es Ella y sólo tiene 19 años, pero acumula tanta paciencia que aguanta hasta el nombre que le ponen sus queridas hermanastras (que se llaman Drizella y Anastasia... no te vayas a creer), hasta el punto de girarse si la llaman por su apodo (puesto así porque un día tuvo la cara manchada de tanto limpiar sus trapos sucios). Destaca por su aspecto cuidado aunque desaliñado, como una arrocera italiana en pleno Neorrealismo, pero también por su carácter de ilimitada buena persona, que se debe, en gran parte, a que su madre, antes de fallecer, le leía cuentos para dormir y le dijo que fuera generosa y siempre tuviera valor (y eso se traduce en ser la chacha de buen grado y aceptar ser maltratada).
Es tan generosa (y sus hermanas tienen tanta ropa), que les deja su cuarto y se va a dormir al desván. Cuando tenga silicosis dejará de ser tan generosa, piensa algún espectador, pero no, porque entre la madera roída y el vacío inhóspito también hay ratas, que son buenas, como también lo son los lagartos. Ah, y como en la casa donde viven no hay mucho dinero, sólo come las sobras, y si sobran. Es tan generosa (¿?) que le rajan el vestido de su madre y no pasa nada, porque es muy buena gente (...qué pensaría su madre si lo viera).
6. Hada madrina
Tiene una varita pero ella misma no se puede hacer nada de comer, así que se lo pide a Cenicienta (como esa gente que dice "no" a algo que le pides sólo para comprobar tu reacción y entonces decir "sí"), y como ésta le da un poco, se lo agradece con un poco de magia: convierte una calabaza del invernadero en carroza, arregla el vestido que le habían roto (aunque lo cambia de color y entramos en la paradoja de Teseo), y le dice eso de las 00:00 (que no vean que es pordiosera y se desmayen).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Trama
A partir de este punto (porque lo anterior ya nos lo sabemos), Cenicienta y el príncipe se van a conocer más a fondo y se enamoran como debe ser; no van a dedicarse a tonterías y miraditas como hicieron antes en el bosque. El príncipe le enseña a Ceni un jardín secreto donde hay un columpio y le dice que se suba (para eso es el príncipe). Ella le dice que no debe, él que sí, ella que no, él que sí y ella se sube. Entonces se le cae un zapato y él se lo pone (me temblaban las piernas aquí), pero se le vuelve a caer el zapato, no te creas, y huye. Él la persigue con el aparato en la mano. Ella corre y él detrás, porque suenan las campanadas más largas de la Historia del cine. Uno de los dos piensa que el otro está loco, pero no debemos olvidar que están enamorados. A la mañana siguiente el príncipe sufre de resaca o alzheimer y no sabe de quién narices es ese zapato (1), porque se lo tiene que poner a medio pueblo para recordar con quién estuvo anoche. Vaya tío más romántico, no me fastidies. Soy yo la Ceni y ya le pueden ir dando por saco, que para eso yo me acuerdo de su cara.
Más tarde, siguiendo la tendencia de Disney de no querer para nada a los padres, fallece el rey de ese país de ensueño y Robb Stark es proclamado King in the North (ya, ya, lo siento). En este caso el padre es el que va dando mensajes, como la madre a la Cinde: busca a tu amada, haz una convocatoria y lleva contigo el zapato de cristal. Pero las cosas no salen como esperaba, porque la madrastra es malvada y elimina toda prueba que demuestre que la Sindy es Cinderella. Entonces sucede lo siguiente:
-Madrastra con zapato (2) en mano: Te acompaño a palacio, te casas con el rey y a cambio dirijo el reino.
-La Sindy: ¡Nooo!
-Madrastra: Pues te rompo el zapato…
-La (ley) Sinde: ¿Por qué eres tan cruel? ¿Acaso yo no he sido lo bastante generosa? Snif.
Y pasa lo que pasa, el príncipe y sus segundones ponen zapatos, huelen pies ajenos y los ven de todo tipo aunque por suerte para ellos todos tienen el talón y nadie se ha cortado nada para entrar en el zapato. Suerte también que Cenicienta es la única que cumple con la talla de ese pie, porque si no vaya desastre. Y aun así habrá gente que esté contenta con que le gobierne un rey que no recuerda ni con quién estuvo anoche y pierde el tiempo con zapatos de cristal.
Así y todo, sigue empeñado en probar el zapato (es alguna filia con los pies, pero el marrón de ponerlo se lo comen otros) y un día uno de sus hombres llega a la casa de Cenizas-en-el-rostro y, como la tienen en el desván, casi se va de la casa sin encontrarla. Menos mal que el tipo tiene buen oído y oye un canto (canta y sé feliz, dicen): "¿es otra doncella o su gato habla, señora?", dice el genio, y ya sabéis qué pasa: a Cinderella se le acaba el síndrome de Estocolmo, se casa con un bonito vestido de novia y es feliz a tope.
Moraleja de Perrault
La belleza en una mujer es un tesoro raro y siempre admirado. La generosidad, sin embargo, no tiene precio y es de un valor aún mayor. Esto lo enseña la hada madrina, y por eso Cenicienta sabe comportarse como una reina. Las mujeres jóvenes deben valorar, a la hora de intentar conquistar un corazón, que la gracia es más importante que un hermoso peinado (sí: las mujeres deben valorar eso sobre ellas mismas…). Porque ese es el verdadero regalo de las hadas. Sin ese valor nada es posible; con él, se puede hacer todo (como enamorar a un rey o un príncipe).
Moraleja de Fendor
Sin duda es una gran ventaja tener inteligencia, coraje, buena educación y sentido común. Estos talentos y otros similares son una bendición y es bueno tenerlos. Pero claro, incluso teniendo todo eso puedes quedarte con un palmo de narices y encerrado en un desván. Por eso es necesario, para lograr el éxito en la vida, tener un padrino o una madrina.
A partir de este punto (porque lo anterior ya nos lo sabemos), Cenicienta y el príncipe se van a conocer más a fondo y se enamoran como debe ser; no van a dedicarse a tonterías y miraditas como hicieron antes en el bosque. El príncipe le enseña a Ceni un jardín secreto donde hay un columpio y le dice que se suba (para eso es el príncipe). Ella le dice que no debe, él que sí, ella que no, él que sí y ella se sube. Entonces se le cae un zapato y él se lo pone (me temblaban las piernas aquí), pero se le vuelve a caer el zapato, no te creas, y huye. Él la persigue con el aparato en la mano. Ella corre y él detrás, porque suenan las campanadas más largas de la Historia del cine. Uno de los dos piensa que el otro está loco, pero no debemos olvidar que están enamorados. A la mañana siguiente el príncipe sufre de resaca o alzheimer y no sabe de quién narices es ese zapato (1), porque se lo tiene que poner a medio pueblo para recordar con quién estuvo anoche. Vaya tío más romántico, no me fastidies. Soy yo la Ceni y ya le pueden ir dando por saco, que para eso yo me acuerdo de su cara.
Más tarde, siguiendo la tendencia de Disney de no querer para nada a los padres, fallece el rey de ese país de ensueño y Robb Stark es proclamado King in the North (ya, ya, lo siento). En este caso el padre es el que va dando mensajes, como la madre a la Cinde: busca a tu amada, haz una convocatoria y lleva contigo el zapato de cristal. Pero las cosas no salen como esperaba, porque la madrastra es malvada y elimina toda prueba que demuestre que la Sindy es Cinderella. Entonces sucede lo siguiente:
-Madrastra con zapato (2) en mano: Te acompaño a palacio, te casas con el rey y a cambio dirijo el reino.
-La Sindy: ¡Nooo!
-Madrastra: Pues te rompo el zapato…
-La (ley) Sinde: ¿Por qué eres tan cruel? ¿Acaso yo no he sido lo bastante generosa? Snif.
Y pasa lo que pasa, el príncipe y sus segundones ponen zapatos, huelen pies ajenos y los ven de todo tipo aunque por suerte para ellos todos tienen el talón y nadie se ha cortado nada para entrar en el zapato. Suerte también que Cenicienta es la única que cumple con la talla de ese pie, porque si no vaya desastre. Y aun así habrá gente que esté contenta con que le gobierne un rey que no recuerda ni con quién estuvo anoche y pierde el tiempo con zapatos de cristal.
Así y todo, sigue empeñado en probar el zapato (es alguna filia con los pies, pero el marrón de ponerlo se lo comen otros) y un día uno de sus hombres llega a la casa de Cenizas-en-el-rostro y, como la tienen en el desván, casi se va de la casa sin encontrarla. Menos mal que el tipo tiene buen oído y oye un canto (canta y sé feliz, dicen): "¿es otra doncella o su gato habla, señora?", dice el genio, y ya sabéis qué pasa: a Cinderella se le acaba el síndrome de Estocolmo, se casa con un bonito vestido de novia y es feliz a tope.
Moraleja de Perrault
La belleza en una mujer es un tesoro raro y siempre admirado. La generosidad, sin embargo, no tiene precio y es de un valor aún mayor. Esto lo enseña la hada madrina, y por eso Cenicienta sabe comportarse como una reina. Las mujeres jóvenes deben valorar, a la hora de intentar conquistar un corazón, que la gracia es más importante que un hermoso peinado (sí: las mujeres deben valorar eso sobre ellas mismas…). Porque ese es el verdadero regalo de las hadas. Sin ese valor nada es posible; con él, se puede hacer todo (como enamorar a un rey o un príncipe).
Moraleja de Fendor
Sin duda es una gran ventaja tener inteligencia, coraje, buena educación y sentido común. Estos talentos y otros similares son una bendición y es bueno tenerlos. Pero claro, incluso teniendo todo eso puedes quedarte con un palmo de narices y encerrado en un desván. Por eso es necesario, para lograr el éxito en la vida, tener un padrino o una madrina.