Argumento central de la película: A mitad del siglo XXII, la Tierra estará superpoblada y viviendo en unas condiciones penosas. La mala asistencia sanitaria es uno de los problemas acuciantes que acecha a la humanidad. No se dice en el film el número de habitantes que pueblan nuestro planeta, pero a ojo de buen cubero, podríamos fácilmente cifrarla en 20.000.000.000 de personas, el triple que ahora. Por contra, unos pocos, los más pudientes han volado literalmente de la Tierra, y viven en un satélite gigante, que orbita alrededor de la Tierra, en unas condiciones envidiables y con unas máquinas que curan a las personas de sus peores enfermedades; desde allí se dedican a explotar a sus congéneres en la superficie terrícola o telúrica y a controlarlos con unos robots policías implacables. Tampoco se cifra en la película su número, pero dada la amplitud con la que viven bien podrían ser 20.000, más o menos.

Pues bien, esos 20.000.000.000 quieren vivir, con toda justicia, como esos 20.000. La proporción es 1 que vive bien por 1.000.000 que viven mal, pero eso no puede ser óbice cuando se trata de mejorar, decir lo contrario sería inhumano. Como de todos no se puede hablar, el director se centra en una pareja de amigos, que viven sobre la superficie terrestre, y que desde pequeños ansían con ir a ese satélite. En un momento dado, se ven, ya de mayores, impelidos a ir; él, porque ha recibido una dosis fatal de radiación en un trabajo que lo sobrexplota; ella, porque su hija padece de leucemia en fase terminal.

Esta es la aparentemente interesante propuesta del director de la sobrevalorada “Distrito 9”: básicamente, la mejora de la asistencia sanitaria a una población marginal, aunque, eso sí, inmensamente mayoritaria. Que esa mejora signifique que pasemos, por la menor mortandad, de esos 20.000.000.000. a 60.000.000.000. ó quizás 100.000.000.000 de personas es lo de menos; para dar de comer a esos cien mil millones de humanos explotemos más aún el planeta, y que la especie humana convertida en auténtica lacra para Gaia (la diosa griega que personifica la Tierra), acabe con el planeta y sus recursos, y de paso, con ella misma, a excepción, claro está, de los pocos pudientes que eventualmente puedan escapar al espacio exterior. En fin, que con tan buena e inocente propuesta envuelta en ciencia ficción, nos espera lo que nos espera, dicho ya sin sarcasmos o ironías.

P.D. Por cierto, vaya veranito que nos están dando. Proliferan films que van sobre el fin del mundo, pero que son todos productos de mentes robotizadas incapaces de crear algo que no sean una retahíla de insulsas escenas de acción y destrucción mil veces ya vistas.