Desde que descubrí a Woody Allen a principios de los años ochenta, no he dejado de asistir a todas y cada una de sus películas. A pesar de la abundancia de la producción, una al año como media, de que es él responsable del guión de sus films, del paso del tiempo, las películas de Allen siguen teniendo un nivel calidad sorprendentemente alta. Tiene altibajos, es normal, pues humano es, pero ¿cómo es posible que a sus casi 74 años siga con esa imaginación tan desbordante?

“Si la cosa funciona”, es una muestra más, una ya de tantas; aunque esta ocasión la cosa se eleva a niveles magistrales, calidades que nos ofrece de tanto en tanto. El guión es perfecto, encarnado por un actor que es su alter ego, y con habilidades actorales y cómicas superiores a las del propio Woody, lo que hace ganar el film es credibilidad y humor. La actriz, es toda una revelación para mí. Las gotas de humor están muy bien repartidas y son cargas de profundidad. El papel de huraño engreído del protagonista, sin que llegues a odiarlo, quizás porque todos tenemos algo de él, es una auténtica joya.

Podría seguir describiendo más y más virtudes sin cansarme, pero seré breve, como lo es Woody en su condensada hora y media, y acabaré resaltando ese alarde de ruptura de la “realidad cinematográfica” cuando Boris, el protagonista, se dirige a cámara sabiendo que todos estamos allí contemplándolos, ante la incredulidad de sus compañeros; desde luego, qué arte y qué genio, que dure, por favor.