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Vanuatu Vanuatu · Villaescoria de cirullos
Voto de Patomelon:
8
Drama Una joven solitaria hace un trabajo mecánico y rutinario en una fábrica de cerillas. Cuando llega a casa debe soportar a su perverso padrastro y la falta de cariño de su madre. Por las noches sale a bailar intentando divertirse y encontrar pareja, pero nunca tiene suerte. (FILMAFFINITY)
9 de enero de 2008
28 de 35 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ella es una chica gris, muy gris, con un trabajo aún más gris e insignificante. Trabaja en la fábrica de algo tan anodino como las cerillas. Ella no es guapa, ni siquiera atractiva, pero en cierto modo lo es. La soledad que le rodea hace que se la desee en cierta manera. Su mirada, sus gestos, su abandono, esas sombras de parejas que bailan abrazadas frente a ella...

Ella no tiene a nadie, sólo un maldito cabrón con el que no habla, que la trata fatal, y al que piensa en dar su merecido. Y nosotros la apoyamos. Le decimos, mata a ese hijo de puta y termina con esta asquerosa vida gris tuya. Hazlo por favor.

Ella, un día, decide rasgarse sus grises, sucias y haraposas vestimentas y ponerse su vestido rojo. Se lo pone y se convierte en la reina de la fiesta, de una fiesta a la que siempre debió estar invitada, una fiesta en la que ella debió tener pareja con quien bailar desde un primer momento, en vez de estar zambullida en la soledad y el desaliento más absolutos. Cuando se pone ese vestido rojo, deja de ser la gris muchacha y resplandece como un rayo de luz, potente y luminosa como el fuego de las cerillas de las que prácticamente vive rodeada. Y se convierte en un ángel, un ángel rojo y endemoniado.

Kaurismaki nos cuenta su historia sin efectismos (pero sin ninguno absolutamente). Despoja al relato de aquello que no es imprescindible. Diálogos, música, encuadres, movimientos de cámara...son lo más austeros posibles y sin embargo, la forma más adecuada de remarcar la propia austeirdad de la vida que nos cuenta. La mejor manera de degustar una película que nos permite observar sin meternos dentro de los personajes, porque ellos, en su fatalidad vital, ya tienen bastante con lo suyo.
Patomelon
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