Todas la películas bélicas son antibélicas por naturaleza. Esta no podía ser menos.

En este film se puede apreciar, dentro de los cánones de la época, lo jodidas que son las
guerras por mucho honor, idealismo, gloria y demás cuentos que las justifiquen, porque al final todo se reduce a una cuestión de sangre, sudor, lágrimas y destrucción.

Muy bien el tándem Wayne-Holden. Y escenas memorables como la de Wayne echando a patadas a uno de sus propios soldados de la taberna-hospital o la escena inicial donde se fotografían con los políticos buscando el voto (como siempre) o Wayne malogrando el disparo destinado al reverendo-director de una academia de cadetes sureños o el tamborcillo de esa misma academia que se escapa por la ventana para unirse a la batalla contra los yanquis.

Tal vez no sea una obra mayor de Ford, pero tampoco es menor.