Para mí “El tercer hombre” siempre estará unido a Carol Reed, por mucho que algunas revistas especializadas digan lo contrario. Vaya esto por delante a favor de un director que me hipnotizó con esa buena película, con fotografía de Robert Krasker (igual que aquí), pero con unos actores y personajes enormemente mejores.

Dejemos a un lado las connotaciones políticas (así lo pide el director en una nota explicativa al inicio del film) y vayamos al grano.

Una banda de zoquetes planea un atraco a un banco. Al jefe, el más zoquete de todos, le dan vahídos en los momentos más inoportunos. ¡Bang!, un tiro por aquí, ¡bang!, un tiro por allá. Un muerto y un herido. ¿Quién resulta herido? Pues el gran zoquete (zoquete:" coloq. Persona tarda en comprender "), que se cae del coche y sus "amigos" discuten si echan marcha atrás o si bajan a recogerle. Ni una cosa ni otra.

Bueno, pues ya está. A partir de ese instante y durante los 110 minutos restantes el gran zoquete va a ir de un lado para otro a lo largo de una noche aburridísimamente eterna para ensalzar...¿qué? ¿Cierto sentido de la amistad? ¿La religiosidad y el catolicismo del pueblo irlandés? ¿El buen corazón de unos ciudadanos? ¿El buen cumplimiento de la ley por parte de otros? ¿La admiración por parte de toda la chiquillada hacia el “héroe” de las calles? No lo sé, pero es que los personajes son tan insustanciales (¿o quizás es culpa de los actores?) que me la trean al pairo.

Sí, destacaremos como siempre ciertos aspectos positivos, que los hay: Belfast es la principal protagonista, bajo la lluvia, bajo la nieve (aunque los papelitos de nieve amontonados en las hombreras y en las espaldas de los personajes “canten” en exceso o en defecto de un plano a otro), bajo el frío, de noche, con esos callejones oscuros, de un blanco y negro magistral.

James Mason se tira toda la película con cara de “ay, ay, que me duele” y describir su interpretación como brillante y convincente es cerrar los ojos y bajarse los pantalones (una vez más y van…). Siendo el personaje principal carece de empatía (aún considerando la empatía sólo como una sensación pasajera que puede no implicar más que compartir el sentimiento de sufrimiento), porque desde el principio el activista del IRA me deja totalmente indiferente y poco me importa su dolor físico y su dolor moral.

No entiendo la presencia de algunos personajes. Las escenas del borracho y el pintor bohemio en su casa, así como en el pub carecen de gracia alguna y están para llenar metraje. Me resultó más graciosa la célebre frase “¿Por qué no te callas?” del rey de los españoles…monárquicos, claro, que otros no lo somos.

¿Tuve, quizás, un mal día?