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5
Aventuras. Acción. Drama Año 1876. El capitán Nathan Algren es un hombre que sobrevive atormentado por los recuerdos de la Guerra Civil (1861-1865) y de las campañas contra los indios, en las que participó arriesgando su vida. Desde entonces, el mundo ha cambiado radicalmente: el pragmatismo ha reemplazado al valor, el interés personal ha ocupado el lugar del sacrificio, y el sentido del honor ha desaparecido. En un país muy lejano, otro soldado ve también cómo ... [+]
18 de octubre de 2012
4 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es evidente que Edward Zwick trata de recrear su sensacional "Tiempos de Gloria" con este monumental drama épico, "El último samurái". Sin embargo, los años no pasan en vano, y hasta los directores más dotados han perdido al pasar al siglo XX la frescura, la creatividad y la madurez artística que aún conservaban en los 90. En esta ocasión el resultado alcanzado es más que discreto. Aunque correcta en líneas generales, el intento de dramatizar, de emocionar mediante una gama de sentimientos que van desde el honor al amor y hasta cortarte la respiración con portentosas secuencias de batallas, apenas lo consigue. De hecho, yo contemplaba la pantalla con bastante escepticismo, inclinándome hasta por el aburrimiento sino fuera por algunos combates pasables, la intriga del desenlace y la historia personal del capitán Nathan Algren (Tom Cruise) con la bella Taka (Koyuki. Por cierto, que ejemplo de feminidad, hasta pasarse incluso, que las mujeres occidentales han perdido definitivamente). Claro que para inspiración, no se escapa las conexiones señaladas aquí con la soberbia "Bailando con Lobos" y hasta "Leyendas de Pasión" del mismo Zwick.

Puede que la indiferencia con la que se ve "El último samurái" resida en la impostura de lo que se está contando. Se escribe a modo de alabanza sobre la película el romanticismo, el honor, la lucha por las causas perdidas, la redención y unas cuantas cosas más que no veo por ningún lado. Para empezar uno no acaba de sintonizar con el propio capitán. Hay un momento clave en el que el Coronel Bagley le pregunta algo así como "¿Qué es lo que hay tan malo en su pueblo para que lo desprecie?" a lo que el propio Nathan no puede responder nada. Porque lo malo está en él y al que odia es a él mismo. Luego el resto se desmorona por su propio peso. Porque en el fondo da igual la causa de los samuráis sino la presunta redención de Nathal que cree encontrar en esa causa como podía haber sido otra. Claro que la impostura llega al máximo nivel en el propio desenlace (SPOILER), dejando al margen ciertas fantasmadas como que con sólo un curso intensivo, el occidental se convierte en el mejor guerrero de todos.

Dicho lo cual conviene aclarar ciertas cuestiones que desorientan a más de espectador. Aunque los sucesos aquí contados no son rigurosamente históricos, si que tienen cierta base al estar inspirados en la rebelión Satsuma de 1876-1877. Dicho conflicto enfrentó a las fuerzas modernizadoras con el Emperador a la cabeza y a las huestes conservadoras lideradas aquí por Matsumoto (Ken Watanabe). O sea, salvando las distancias, serían una especie de lucha entre liberales (izquierda) y carlistas (derecha) durante el siglo XIX español. El hecho de que los samuráis fueran los carlistas debería empujar a verlos con simpatía. Y aunque me desagrada más el bando gubernamental estoy muy lejos de compartir la postura de los rebeldes. La mayor acusación es que Matsumoto directamente se revela contra el Emperador, cosa que ningún movimiento tradicionalista europeo hubiera osado hacer. De hecho hay un momento en el que se les conmina a rendirse a cambio de perdón, cosa que se niegan a hacer. Se dirá que los samuráis luchan por unos valores, por un mundo en trance de desaparecer. Pero aquí tampoco me convencen. Porque en realidad los samuráis funcionaban más como una mafia que como cualquier otra cosa. Aquí son idealizados y aún así te repelan bastante. Ese culto a la violencia por la violencia, esa obsesión por la pureza y el deshonor, ese fanatismo, ese orgullo de casta, esa falta de espontaneidad, no me atraen lo más mínimo. Parafraseando a Chateaubriad sobre los romanos, ese desprecio que sienten por su propia vida no es por ser suya sino por la vida en sí. En realidad, están tan dispuestos a matarse a sí mismos como a cientos (o miles) de personas, por muy inocentes que puedan sean.

Ahora bien, atribuir el expansionismo japonés y sus tremendos crímenes en la Segunda Guerra Mundial a los propios valores samuráis es un disparate mayúsculo, tanto como equipararlos con los fascistas, así a lo bruto. De hecho ese militarismo y ese exacerbado nacionalismo que explotó en dicha guerra son producto más bien de la occidentalización, de la modernización y hasta del liberalismo (ya que se estableció, entre otros "avances", finalmente en 1889 un sistema parlamentario y constitucional bastante avanzado para la época que continuó funcionando hasta 1945) pues las corrientes más tradicionalistas se oponían a dicho militarismo y nacionalismo. En efecto, Japón quiso convertirse en un país civilizado y a fe mía que lo consiguió. La prueba, el carrusel de crímenes que acabó en la barbarie de la Segunda Guerra Mundial.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
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