Me ha sorprendido ver que este mito del séptimo arte encuentre tantos detractores como admiradores. Bueno, quizás hay más de lo segundo pero de todos modos a muchos les disgusta, y hasta les horroriza esta pieza teatral de Tennessee Williams, "Un tranvía llamado deseo" llevada a la gran pantalla en 1951. Yo me encuentro a medio camino entre unos y otros. La película no está mal dirigida, las actuaciones, con Marlon Brando y Vivien Leigh a la cabeza, son muy buenas, hay cierta intriga sobre Blanche (Vivien Leigh) e incluso hay cierta tensión dramática debido al análisis psicológico de los personajes, bastante claro. El argumento aunque muy simple permite que la historia vaya a más alcanzado un desenlace lógico no como sucede en "De repente el último verano" del mismo dramaturgo bastante más críptica, confusa y endeble que la que estamos comentando.

Lo malo de "Un tranvía llamado deseo" es que no deja de ser una obra de teatro. La unidad espacial y casi temporal, el predominio absoluto del diálogo o la sempiterna ambientación en esa casa de Nueva Orleans nos hace echar en falta elementos puramente cinematográficos. De tal modo que no llega a aburrir pero sí a sabernos a poca cosa. Además falta acción, una historia más atrayente y unos personajes más normales. Después de todo, para ver que Blanche está un poco pirada, que Stanley (Marlon Brando) es un bruto y que Stella (Kim Hunter) sufre maltrato, no hace faltan tantos minutos. Enseguida nos damos cuenta. Ahora bien, no puedo terminar sin replicar al presunto machismo de esta película. Pero teniendo en cuenta que Tennessee Williams era homosexual declarado, me gustaría saber que clase de "machismo" podría defender. Desde luego, el mío no.