Mr. Chance Gardiner (Peter Sellers) es un hombre cuyo pseudonombre vendría significar "jardinero afortunado". Con un ligero pero evidente retraso mental, parece un niño aunque ya es mayor, ha vivido siempre en la mansión de un potentado de Washington. Sin embargo fallece y no le queda más remedio que salir de ella para ganarse el pan. El contraste entre su inocencia y la rudeza de la gran ciudad se mantiene poco más que veinte minutos, medio hora siendo generosos. Si ya de por de sí es una película de narración plasta pasados los treinta minutos se desploma en un aburrimiento mayúsculo al encallar en la residencia de los Rand. La situación no da para más y ahí se queda.

Con todo, lo peor es que no es creíble. Entiendo que es una sátira pero no hace falta ser muy listo para darse cuenta de que el tal Chance no rige con normalidad. No es un sabio sino todo lo contrario. Hal Ashby, que adapta la novela de Jerzy Kosinski, mantiene el equívoco hasta la saciedad con muy poca gracia y mordiente pero sí aparatosidad. El acabose llega con la trama romántica. Eso sí, el ascenso de los Chances del mundo podría explicar algunas barbaridades en la política. De todos modos, volvemos al elogio de la simpleza antes de un Forrest Gump precisamente porque un tipo así no molesta, lo acepta todo y nada cuestiona. Para los demás, es cómodo rodearse de Chances.