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4
Drama En México, a principios del siglo XX, el humilde cura Nazarín comparte su pobreza con los necesitados que habitan alrededor del mesón de Chanfa. Después de proteger a una prostituta que provoca el incendio del mesón, Nazarín se ve obligado a abandonar el lugar. A lo largo de su camino, sus acciones, determinadas por su concepto de la caridad cristiana, provocarán una serie de conflictos. (FILMAFFINITY)
2 de junio de 2020
5 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película que a todos fascina, "Nazarín", premio internacional en el Festival de Cannes, que se basa en la novela homónima de Benito Pérez Galdós, publicada en 1895, tiene como dos lecturas, una falsa y otra verdadera. La primera, siendo errónea, tiene tantos seguidores que merece un comentario. Resulta que Luis Buñuel lo que pretende aquí es retratar la verdadera esencia del cristianismo, siendo pues Nazarín (Francisco Rabal) una especie de Jesucristo de comienzos del siglo XX, todo amor, caridad y mansedumbre, opuesto no sólo a la corrupción del mundo sino de la propia Iglesia Católica, más pendiente de las riquezas y el poder que de divulgar la verdadera palabra de Dios. Esta interpretación no sólo no es la de Buñuel, sino que además tampoco entiende el cristianismo. Jesucristo no fue un hippie, ni un comunista, ni un blando, ni un progre, ni un revolucionario clásico opuesto a los poderes establecidos. Esta tergiversada visión gusta mucho a la izquierda, incluso a la propia Iglesia Católica moderna, pero no es la de Buñuel, ni la evangélica, ni la católica durante casi dos mil años.

Ahora bien, ¿entonces qué nos quiere contar el director de Calanda? Pues conociéndolo y leyendo entre líneas, su punto de vista es que la caridad, la bondad, el cristianismo en general son perfectamente inútiles, no sirven para el mundo e incluso son contraproducentes. En este sentido, la conversación casi del final en la cárcel es totalmente esclarecedora: "Ninguno de los dos servimos para nada". Ese es el mensaje de Buñuel. Por supuesto, esa posición es argumentable pero en "Nazarín" lo hace de una manera tosca, impuesta por el guión y poco razonada. Aquí no hay debate sino una sucesión de hechos dados. Sin embargo, lo peor es que Buñuel ha seguido sin comprender lo que es el catolicismo tradicional, el que existía en 1959, en su totalidad. Por ejemplo, que exige la represión del mal por medio del poder político, que poner "la otra mejilla" no significa dejarse pegar, que el religioso no es un inútil que se dedica a rezar, sino que es alguien que cura, socorre y, sobre todo, enseña, la religión no dice sólo que seamos buenos sino nos dice qué es ser bueno, y que la caridad nunca puede ser mala.
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