Admito que me acerco con desconfianza el cine español en general y el de Vicente Aranda en particular. Sin embargo, en esta ocasión me ha sorprendido gratamente con una historia llena de misterio y perturbadora desde todos los puntos de vida. Cierto que abusa de lo sexual, incluyendo algún que otro desnudo porque queda como más guay, pero también que analiza con gran precisión el universo de las relaciones personales con los celos como punto de encuentro. Sí, es todo como muy tremendo tirando a fantasioso pero también muy intenso pues al dejar de lado el pensamiento de lo políticamente correcto el director se permite expresar ideas que, sean ciertas o no, pueblan nuestras cabezas, como si fuera un miedo atávico. Como le dice Antonio (Daniel Giménez Cacho) a su amigo Luis (Luis Tosar): "Está el mundo lleno de macarras al acecho. Nunca nos los sacaremos de encima. En cualquier momento aparece uno con un pendiente en la nariz y te se lleva a la mujer. No tiene remedio. Manda él".

En realidad lo que se maneja en la lorquiana "Celos" es una verdadera intriga con unos personajes que aunque hablan mucho, callan más todavía. Bajo esta aparente normalidad pueblerina, un vendaval de pasiones enfermizas se mueven libremente hasta emerger en el tramo final. De tal modo que es como si se contaran dos historias, la externa y la interna. Con todo, lo que hace especialmente inquietante a la película es el retrato de la psicología femenina, en concreto de Carmen (una bella Aitana Sánchez-Gijón) y Cintia (María Botto). Confieso que me desconcierta su capacidad de obsesionarse con alguien por muy canalla que fuera, o precisamente por esto, su doblez, "todas las mujeres fingen. Esto lo saben hasta los niños" dice Luis, su voracidad sexual o su capacidad de manipulación. Que conste que mi opinión sobre la mujer es bastante buena pero me temo que con tanta "liberación" e igualdad con el hombre no es posible la convivencia ni la entrega. A este paso enamorarse va a ser de idiotas.