La verdad es que no esperaba gran cosa de una película con la apariencia de "El diablo viste de Prada". Pese al intento de ofrecer al espectador, o mayormente la espectadora media, una especie de mensaje de autoyuda que le levante la autoestima (¡si te lo propones, puedes ser todo lo quieras!), parece que la única razón de ser de semejante intento es presentarnos del modo más chic posible el mundo de la moda. Es cierto que no todo es maravilloso y por ahí se escapa alguna que otra pulla pero el mensaje final es de una frivolidad espantosa. Por ejemplo, da igual si mi vida es un desastre, si nadie mi quiere o me soporta, si soy una amargada o lo que sea, da igual si llevas un bolso marca "Pepito" o un conjunto de "Paco" (marcas ficticias, no las busquéis). Es decir, me importa un pepino el interior, mato por la apariencia.

"El diablo viste de Prada" plantea la típica historia del patito feo que gracias a su fuerza de voluntad se transforma en una especie de cisne (o también la de la Cenicienta). Andrea "Andy" Sachs (Anne Hathaway), joven periodista que descuida totalmente su apariencia personal, decide trabajar en una gran revista de moda como trampolín hacia trabajos más sesudos. Allí se topa con Miranda Priestly (Meryl Streep), la férrea editora, con la que tendrá sus más y sus menos. Pese a sus recelos iniciales acaba siendo abducida por este mundo, lo que le generará algunos conflictos con su círculo más cercano, lo cual se agradece, si bien la evolución del personaje de Andy te acaba cogiendo un poco a contrapié, lo mismo que la propia historia cuyo desenlace no es tan obvio.

Pese a todo, la historia de esta película te genera muy escaso interés, pues a uno le cuesta sintonizar con este mundo, sin que por otro los problemas personales te los tomes en serio. Al final se ve casi por obligación para ver en qué acaba todo. Salvo para incondicionales del estilismo, lo único que vale la pena es ver a Anne Hathaway, por otro lado, actriz no muy atractivo, todo hay que decirlo, cuando lleva esa chaqueta tweed de graduación, con esas botas extralargas estupendas ultrafetichistas, no sé si marrón o negras, conjunto íntegro de Chanel (vaya se me está pegando).