Lo siento pero no soy nada objetivo con una de las novelas, junto a "La Regenta" y "El Quijote", más fascinantes que he tenido la dicha de leer. La presente, escrita por el ruso Alexander Tolstoi en la década de los 70, no sé porque aquí se ubica en los 80, es un brillante fresco decimonónico que se presenta como un drama romántico, pero que va mucho más allá, hasta tocar todas las fibras de la naturaleza humana con una precisión y hondura asombrosa, sin descuidar reflexiones que van desde la metafísica a la política. El libro, al menos el que tengo en casa de la colección austral, supera las mil páginas, o sea, es muy extenso lo que junto a su profundidad hace que resulte imposible traspasarlo a la gran pantalla de forma completamente fidedigna, tanto por su excesiva duración como por los matices del lenguaje escrito que no tiene el audiovisual. Pienso que más bien daría para una serie de televisión. Claro que serie o película, a ser posible con un final distinto (SPOILER).

Dicho lo cual se han realizado al menos siete versiones cinematográficas de la novela, y aunque no las he visto todas, ni mucho menos, de momento me quedo con ésta. Bernard Rose, que además de dirigir, escribió el guión, realiza una convincente adaptación, por más que se deje cosas en el aire e incluso, realice alguna alteración (¿qué pasa con la hija de Karenina?). Con todo, respeta lo fundamental, da hondura psicológica a los personajes y refleja fielmente los sentimientos, tanto de amor como de desdicha. A mí, que me la sé entera, me ha emocionado hasta hacerme derramar alguna lágrima. Lo peor es que en esta historia no hay buenos ni malos sino personajes atrapados entre debilidades y pasiones que no encuentran una salida en buena parte por culpa de la mezquindad de terceros. Si a todo esto añadimos una pareja tan atractiva como la de Sophie Marceau (como Ana Karenina) y Sean Bean (como Vronsky), nos queda una hermosa aunque triste película.