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Voto de Reaccionario:
4
Romance. Drama Japón, 1929. Chiyo, una niña de nueve años, es vendida por sus padres para trabajar en la casa de Geishas de Nitta Okiya. Su hermana mayor Satsu no es aceptada y es enviada a un prostíbulo. En la casa Chiyo conoce a Pumpkin, otra niña que va a ser instruida para ser geisha, así como a las famosas geishas Hatsumomo (Gong Li) y su rival Mameha (Michelle Yeoh). Los comienzos de Chiyo (Zhang Ziyi) son duros, pero un encuentro con el que ... [+]
23 de marzo de 2014
11 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Geishas, sumo, templos sintoístas, cerezos en flor, kimonos, ceremonias del té, farolillos de papel, sake, ricksaws y wagasas; arquitectura, costumbres, música, danza, caligrafía, ritos y demás del Japón, país de una cultura tan rica y alejada como fascinante a ojos occidentales. Rob Marshall le da un barniz hollywoodiense pero aún así, o puede que gracias a esto, consigue transmitirnos el alma tradicional nipona, a partir de la novela homónima de Arthur Golden publicada en 1997. "Memorias de una geisha" respira belleza en su impecable puesta en escena. Seis nominaciones, entre ellas a la banda sonora, y tres Oscars para premiar con justeza su deslumbrante fotografía, vestuario y dirección artística. En este sentido, cuenta con alguna secuencia de una plasticidad asombrosa como es el caso del baile bajo la nieve que me ha puesto la piel de gallina. Incluso la historia tiene un buen comienzo con esta chiquilla que te parte el corazón.

Entonces, ¿Qué pasa con la nota? Pues que junto a los aciertos cuenta con errores, algunos graves. El primero es que como drama personal-histórico pasa de puntillas, olvidándose, por ejemplo, de una hermana perdida o de una guerra mundial que se ventila en un par de minutos. Me da coraje porque tiene un marco idóneo para una historia de amor épica, una época turbulenta pero apasionante del Imperio del Sol Naciente, desde 1929 a finales de los 40, junto el desarraigo de los personajes. Pero con tanta rapidez, por ejemplo, el enamoramiento exprés, causa un poco de irritación. Segundo, eso de poner a chinas haciendo de japonesas es difícil de perdonar, sobre todo porque parece validar la irritante afirmación de "todos los orientales son iguales". Pues no y se nota. Pero es peor lo tercero: las geishas no son prostitutas. Es tal la calumnia que se vierte, como en las inventadas subastas de virginidad, que hubo hasta demandas.
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